Juan José García Piñeiro vive en Granada

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Juan José García Piñeiro vive en Granada. Es autor de «En busca de las plantas sagradas», publicado en 1996 por Gaia Ediciones, en su colección Nagual.

ME: En tu libro, relatas tu largo viaje por Sudamérica, en busca de las plantas sagradas. ¿Cuál fue el motivo de tu viaje?

GP: En 1994 había leído bastantes libros sobre algunas de las plantas visionarias de Sudamérica, como la ayahuasca, el cactus san pedro, la cannabis, etc. Me intrigaba lo que había averiguado sobre ellas y sus efectos, y me interesaba conocerlas directamente, tener mi propia experiencia con ellas. Daré un ejemplo muy gráfico: una cosa es leer un libro sobre sexo y otra hacer el amor. Digamos que yo quería hacer el amor con estas plantas. Así que me fui de viaje a países donde sabía que me resultaría fácil encontrarlas. Como digo, sabía que una cosa es leer algo y otra tener nuestra propia experiencia. Cuando hablo con alguien sobre las plantas visionarias, percibo inmediatamente si hablan de algo que conocen íntimamente o no. El tipo de conversación que mantenemos es muy diferente. Quien ha tenido alguna experiencia con ellas desea más compartir, quien no, intenta más discutir. Si las plantas visionarias me interesan es porque te proporcionan una experiencia directa de otras realidades, incluso diría que de la realidad última, de la Realidad con mayúsculas: el Gran Misterio, el nagual.

ME: ¿Y encontraste lo que buscabas?

GP: Sí. Aunque me costó trabajo. La gran mayoría de los chamanes que conocí eran, o estafadores, o personas que no conocían su propia tradición. El conocimiento sobre las plantas sagradas está en extinción, al igual que las culturas tradicionales en Europa. Por ejemplo es especialmente difícil encontrar alguien que sepa preparar la ayahuasca. La ayahuasca es una mezcla de varias plantas, y hay que saber la receta, la forma de preparación, etc. He de decir que al igual que aquí sucede con las plantas medicinales, esté

conocimiento que fue transmitiéndose de generación en generación está intentando ser conservado por personas jóvenes que sienten que sería una desgracia para la humanidad que tradiciones milenarias se perdieran para siempre en medio del vértigo de la cultura capitalista y consumista. En mi viaje, por suerte y porque ellos quisieron, encontré algunos chamanes que realizaban poderosos rituales y ceremonias con estas plantas. Ellos sabían prepararlas, y con ellas descubrí cosas que, incluso sin saberlo, inconscientemente andaba buscando.

 ME: ¿Por ejemplo?

GP: Descubrí que las plantas visionarias, además de herramientas para entrar en otras realidades, son seres vivos con los que es posible comunicarse al integrarlos en nuestro metabolismo. Por qué están en la Tierra, como han influido y cómo influirán en la evolución del ser humano, son algunos de los grandes misterios que todavía están por resolver.

 ME: ¿Cómo te comunicaste con ellas?

GP: Bien, quizás es más correcto preguntar, ¿cómo se comunicaron ellas contigo? En un momento de las experiencias con estas plantas yo sentí que dentro de mí había una «voz» que no era la mía. La escuché. Y esa «voz», podríamos decir el aliado o aliada de cada planta, me enseñó muchas cosas: cosas sobre mí, cosas sobre los seres humanos y la expansión de la conciencia, cosas sobre la relación de la evolución de la especie humana con la de estas especies de plantas y la del planeta Tierra, y entre muchas más, cosas sobre un mundo nuevo para mí: el mundo vegetal o el mundo del hongo psilocíbico.

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ME: ¿Qué es lo más importante que aprendiste con estas plantas visionarias?

GP: Fueron, y son, tantas cosas, que es difícil destacar una. No en vano los pueblos indígenas de América llaman a estas plantas, «plantas maestras». Aquí son mal llamadas drogas o alucinógenos, cuando realmente son desalucinadores, pues nos permiten percibir la realidad tal cual es, y salir de la alucinación cultural y social. Gracias a las plantas chamánicas aprendí que hay otras realidades a las que es posible acceder, que somos algo más que nuestros cuerpos, aprendí que formamos parte indisoluble de la Tierra y que gracias a ellas podemos descubrir qué momento está viviendo la humanidad, y qué podemos hacer a partir de ahora. El futuro no está cerrado, está abierto, y está en nuestra mano caminar en una dirección u otra. Los últimos avances tecnológicos como la clonación son un claro ejemplo. Podemos utilizar ese conocimiento para evolucionar o para destruir definitivamente la esperanza de una humanidad mejor, basada en el amor, la expansión de la conciencia y la libertad.

ME: Tu libro «En busca de las plantas sagradas» concluye al mismo tiempo que tu viaje. ¿Qué dirías a las personas que lo han leído y se han quedado intrigadas con el resultado de tu búsqueda?, ¿qué has descubierto desde entonces?

GP: Bien. Han pasado muchas cosas desde entonces. Ahora tengo una mayor claridad sobre bastantes cuestiones, y mi búsqueda no es en solitario. Ultimamente estamos conociéndonos y reconociéndonos muchos guerreros y guerreras que compartimos un mismo intento, y juntos lo mantenemos vivo. En México, como explico extensamente en mi nuevo libro, he descubierto que realmente existe esa planta de la que me hablaron los incas peruanos, una planta que nos permitiría dejar a voluntad nuestro cuerpo físico para ser plena conciencia, que nos permitiría percibir el universo tal y como es realmente, pura energía. Últimamente siento que los seres humanos no somos otra cosa que energía consciente de sí misma. Y mi sospecha de que hay algunos indígenas que guardan celosamente el conocimiento de plantas que nos permitirían liberarnos de la ilusión de la materia, se ha visto confirmada en mi viaje a México. Tengo algunas buenas pistas, espero que al compartirlas próximamente alguien pueda averiguar algo más.

ME: A ti y a otros viajeros os han entregado bastante información sobre su cultura más oculta, ¿por qué no nos dan todavía ese conocimiento final?

GP: No nos ven preparados. Sencillamente. Nos van transmitiendo el conocimiento que somos capaces de ir asimilando. Pondré un ejemplo. Hay plantas que despiertan la capacidad de la telepatía. ¿Vosotros pensais que el hombre y la mujer occidentales estamos preparados para saber lo que las personas que nos rodean piensan realmente? Vivimos en una sociedad basada en la mentira y la ocultación. Los descendientes de los sacerdotes incas que conocí en Perú me dijeron que no estamos preparados para algunas cosas. Estoy seguro de que cuando la sociedad occidental esté basada en la evolución de la conciencia global, el despertar del corazón, y el respeto a la humanidad y a la naturaleza de las que formamos parte indisoluble, en vez de en la limitación de la percepción, la conciencia y la libertad, y en la búsqueda desenfrenada del poder y el dinero, ellos nos entregarán conocimientos que hoy por hoy no somos capaces ni de imaginar.

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 ME: ¿Qué podemos hacer mientras?

GP: Continuar aprendiendo y creciendo juntos, compartir todo los conocimientos y comprensiones que vayamos teniendo, en experiencias enteógenas, en sueños, durante el sexo, en la naturaleza, en nuestras conversaciones. Encontrándonos con las plantas sagradas sin miedo pero con respeto; cuidando el ambiente y el lugar de la experiencia enteógena, preferiblemente la naturaleza; sabiendo qué estamos introduciendo en nuestro cuerpo, sus efectos y sus peligros; respetando el ayuno y las medidas de precaución necesarias con cada planta; cuidando el momento en que las tomamos, con quién, y sobre todo, para qué. Ser en todo momento de la experiencia conscientes de nuestro intento es fundamental. Esto podemos hacerlo incluso cuando fumamos hashish, algo muy habitual, al menos aquí en Granada.

 ME: ¿Qué piensas que podemos aprender de las culturas indígenas?

GP: Mucho. Aprender que cuando fluimos con la vida, el universo cuida de nosotros y nosotras, olvidar el homo-centrismo de nuestra sociedad, aprender a relacionarnos entre nostros, con otros seres vivos y con la tierra, sentir que formamos parte de un todo, y que podemos comenzar a conocer y vivir el Gran Misterio. En las sociedades indígenas los chamanes y chamanas son aquellas personas que viajan a otras realidades, obtienen allí información, regresan y las transmiten a su pueblo. Los hombres y mujeres occidentales podemos hacer lo mismo, acompañando nuestra entrada en lo desconocido del uso correcto de la razón. La razón puede ser un obstáculo para internarse en el misterio, pero puede ser también una herramienta para aumentar nuestro conocimiento de la realidad, y llegar a transcenderla. Al igual que con el ego, nuestro problema ha sido usarla para cosas que no son su función. Recolocar el ego y la razón en su lugar es algo cada vez más necesario en nuestra sociedad, aunque aún estemos lejos de ser capaces de usar el ego para transcenderlo. Si mapeamos otras realidades como hemos hecho con ésta, si aprendemos qué es la muerte realmente, estaremos usando la razón, pero ella nos será útil y no un límite insoportable.

 ME: ¿Y cual piensas que es el papel de la mujer y el hombre occidental?

GP: Conectar y desarrollar todas las clases de conocimiento que el ser humano –de las diferentes culturas, de todos los lugares y de todos los tiempos– ha ido adquiriendo, es una de las tareas que sólo el hombre y la mujer occidental pueden realizar. Nosotros tenemos medios de todo tipo para ello. Es precisamente nuestra privilegiada posición económica en el mundo la que deberíamos utilizar para el bien de toda la humanidad, de las otras especies vivas y del planeta, y no usarla para perpetuar la injusticia y la destrucción paulatina de la vida como hasta ahora. La libertad y la justicia son valores del ser humano. Yo he nacido en occidente y no me siento responsable por ello de lo que hicieron mis antepasados o hacen nuestros gobiernos o las multinacionales. Sencillamente intento utilizar nuestros recursos para tranformar un mundo donde somos capaces de clonarnos o explorar el espacio, y donde al mismo tiempo, la gran mayoría de la humanidad vive en la miseria. Pero acabar con la miseria y a injusticia no es todo. Una vez resueltas las necesidades de supervivencia surgen otras necesidades menos físicas pero más profundas, necesidades que curiosamente los pueblos indígenas habían resuelto mucho mejor y antes que nosotros, que todavía estamos en ello. Recuperar el conocomiento que algunos seres humanos de otras culturas ya habían adquirido, y unirlo al que el hombre y la mujer occidental hemos conseguido por nuestra parte, creo que será un paso muy importante para la humanidad como un todo. Por decirlo de otra manera, el misterio y la ciencia no son incompatibles.

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 ME: ¿Cuál ha sido tu último viaje?

GP: Pues los ocho meses que he estado viajando por México y Estados Unidos. En México conocí las plantas y hongos visionarios de ese país privilegiado por la naturaleza. México tiene la más alta concentración de estas plantas del mundo. Allí hice impresionantes descubrimientos sobre ésas y otras cuestiones, que ahora sería muy extenso y complejo describir. He escrito un libro entero, «El silencioso despertar del hongo», para tratar de hacerlo. En Estados Unidos conocí las culturas y pueblos nativos. Es indignante comprobar in situ cómo un gobierno a quién se le llena la boca de palabras como libertad y democracia, ha destruido culturas y pueblos que estaban más evolucionados en mucho aspectos que ellos. Estos pueblos viven en reservas, muy degradados y prostituidos. El gobierno de los blancos les prohibió el peyote, por ejemplo, y les introdujo el alcohol. El alcoholismo es uno de los grandes problemas de estos pueblos, y afecta sobre todo a las jóvenes generaciones. Acuso desde aquí al gobierno de los Estados Unidos de genocidio, en su propio país o en países como Guatemala. Hablar con los refugiados guatemaltecos en México, escucharles relatar las atrocidades cometidas por un ejército pagado y entrenado por el gobierno de Estados Unidos, fue uno de los momentos más duros de toda mi vida. Pero a pesar del intenso genocidio, permanece aún viva la cultura nativa. Sus sociedades me parecieron sociedades sanas y naturales, donde los ancianos y ancianas son los más sabios, pues tienen más experiencia y la sabiduría que da la vida, donde la mujer cumple un papel fundamental, donde viven al ritmo de la naturaleza, conectados con ella hasta en los menores detalles. Nuestra sociedad es artificial hasta en el calendario. El calendario nativo es lunar, al compás del ciclo de la mujer, que es un ritmo natural. Las mujeres y hombres occidentales tenemos mucho que aprender de estos pueblos.

 ME: ¿En qué estás trabajando ahora?

GP: Como dije antes, he terminado un nuevo libro, basado en mis experiencias en México y en Estados Unidos. Ahora estoy pendiente de su publicación. Las personas interesadas, pueden leer el prólogo de «El silencioso despertar del hongo» en varias páginas de Internet. A partir de ahora comienzo a dedicarme a otras tareas…

Antes de terminar me gustaría elogiar y dar todo mi apoyo al impresionante trabajo que estás haciendo al crear y mantener esta página enteógena.

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