Crisis (II)

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Continuamos ofreciendo un extracto del interesante capítulo número 38 de PIHKAL en el que Ann Shulgin narra un difícil encuentro con una sustancia, de la que ni ella ni Sasha se esperaban esa reacción

LUNES

Fue un buen sueño. Cuando me levanté miré la luz del sol entrando a chorros a lo largo del techo y pensé: «Oh, cielos, fue espantoso lo de ayer. ¡Eso fue espantoso!». Me incorporé y puse mis pies en el suelo, consciente de mi vejiga llena, miré a mi alrededor y supe, en un instante de shock, que todavía estaba en ello. No se había acabado.

Por primera vez, sentí miedo.

Bajé por el pasillo hacia el cuarto de baño, pensando frenéticamente.

¿Qué es esto? Anoche pensaba que estaba en la línea base, estoy segura de que lo estaba. ¿Cómo pudo Shura no haber tenido ninguna actividad en absoluto con treinta miligramos y que yo no sólo tuviera un resonante +2, con sólo un poquito más, sino que sigue haciendo efecto al día siguiente? ¿Es posible que algo se abriera en mi psique y se quedara atascado sin cerrar?

Me senté en el retrete, mirando fijamente al suelo, tratando de descifrarlo.

No quiero estar aquí así. ¿Qué es esto en lo que estoy encerrada? Tengo la sensación de que hay algún tipo de inteligencia, puedo sentirla, como una Mente fría y observadora. Está en todos los sitios, vigilándolo todo. Me ve. ¿Qué sentimientos tiene hacia mí? Sondeo. No hay sentimientos. No puedo recoger ningún tipo de sentimientos. Sólo consciencia. No quiero tenerlo nada cerca. Quiero volver a mi viejo yo y mi viejo mundo familiar.

Había una diferencia distintiva respecto al día anterior: esa mañana tenía emociones. Sobre todo, desesperación. Y enfado.

Ann sigue teniendo efectos de la sustancia del día anterior

Me senté a la mesa con Shura. «Todavía sigo puesta, cariño».

Él frunció el ceño: «¿A qué te refieres? ¿Todavía sientes algo desde ayer?».

«Sé que anoche estaba en la línea base. Quedaba algún residuo, porque tuve espasmos mientras me dormía, pero definitivamente había bajado. Esta mañana, me desperté y me descubrí de nuevo puesta. Yo diría que un nivel +2, de hecho».

Los ojos de Shura me buscaron, entonces se estiró y meció mi rostro entre sus manos. «No sé qué decir, cariño. Esto simplemente no tiene sentido».

«Sé que no lo tiene».

Me puse de pie en la cocina y le miré, a los ojos azules ensombrecidos por la preocupación, y pregunté: «¿Qué pasaría si este estado resultara ser permanente, cariño? Sé que no es muy probable, pero, ¿y si lo fuera?».

Él me miró a los ojos y respiró hondo: «Bueno, si resultara ser permanente, averiguaríamos cómo podrías adaptarte a vivir en un +2. No tendrías otra opción que aprender a ajustarte a ello como tu estado normal. Y lo harías, ya lo sabes, como yo lo haría si me sucediese a mí».

Sonreí débilmente: «Sí, supongo que eso es exactamente lo que tendría que hacer».

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Ésa fue una pregunta de niño miedoso. Él me está respondiendo como si yo fuera un adulto, bendito sea.

«Realmente no creo que eso vaya a pasar, Alice», dijo, soltando su anciano maletín y abrazándome fuerte. Al momento se marchó a trabajar.

Los Shulgin
Los Shulgin

 Ann se queda sola y preocupada

No puedo vivir con esta Máquina Pensante. No la aceptaré como la verdad final de la naturaleza de Dios. ¡No acepto!

La indignación volvió a apoderarse de mí, y estaba afilada con odio.

¿Me oyes, maldito hijo de puta monstruoso? ¡Te digo a ti que NO! ¡TE NIEGO!

¿Es eso lo que soy? ¿Una pieza de la Mente de Dios intentando darse a sí misma una nueva definición? ¿O voy a realizar un círculo completo y a acabar reafirmando lo que ya existe?

Llegó hasta mí, atravesando la puerta de atrás, el sonido de un teléfono. Retiré a la gata de mi regazo y fui dentro de la oficina, esperando que no fuera una llamada complicada, pero cuando mi mano tocó la parte superior del aparato, supe que era Shura.

Él preguntó: «¿Cómo estás, cielo?».

«Estoy bien, cariño. Forcejeando con el cosmos, pero bien».

«¿Cambió algo para mejor?».

«Realmente no lo sé. Quiero decir, es difícil mirarlo todo con la suficiente objetividad como para decir si algo es mejor o no. Sólo estoy extremadamente ocupada intentando descifrar cosas».

«¿No baja todavía?».

«No lo creo, amor, pero en el fondo de mi corazón sé que no será permanente, así que seguiré haciendo lo que tengo que hacer y esperaré hasta que siga su curso».

Eso es interesante. No sabía que iba a decir eso. Las palabras salieron de alguna parte de mí que SABE que no será permanente, que todo pasará.

Shura dijo que me amaba y que estaría en casa pronto, y le dije que no había ninguna necesidad de preocuparse, repitiendo que me encontraba básicamente bien, de algún modo peculiar, y que lo amaba mucho.

Shulgin con su nieta
Shulgin con su nieta

Ann consulta al famoso psicólogo Adam

Mientras colgaba, un rostro apareció en mi mente, la cara del psicólogo, Adam Fisher, nuestra persona preferida como figura de abuelo y hombre sabio. Fui a la sala de estar, donde podría sentarme en el sofá y usar el cenicero, y marqué su número.

«Adam», dije, «soy Alice». Él dijo hola con su cálida y sonriente voz. Le dije: «Estoy en un apuro, y necesito ayuda».

Pude sentir cómo se enfocaba de un chasquido al otro lado del teléfono: «Dime».

Le conté, haciendo pausas de vez en cuando para tragarme las lágrimas que seguían subiendo por mi garganta.

Resumí: «Estoy viviendo en un universo que parece lleno de algún tipo de inteligencia fría que lo vigila y lo graba todo y no tiene sentimientos en absoluto, y bien podría ser la verdad de lo que es Dios, aunque realmente no lo creo, pero no sé qué otra cosa podría ser, pues está en todos los sitios y no puedo salir de ello. He decidido que no voy a aceptarlo. Sé que suena ridículo, pero así es como me siento».

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Apreté los dientes para evitar que me ahogaran, y seguí zambulléndome: «Todo lo que parezco poder hacer es pensar una riada de pensamientos y llorar continuas lágrimas estúpidas y gritar por dentro ¡NO!, ¡NO!, a algo a lo que no podría importar menos, y quiero salir de este infierno». Paré un momento, tosiendo para aclarar mi espesa garganta.

Le oí decir, con su voz áspera y empática: «Primero, no has descubierto nada sobre el cosmos en absoluto. Cualquier cosa que estés afrontando no está ahí fuera, está dentro de ti. Eres tú, no Dios ni el universo. Empieza a lidiar con ello como un aspecto de ti misma».

Yo dije: «¡Oh!».

«Siguiente cosa», continuó Adam. «Lo que estás atravesando es un proceso. No tienes ningún modo de entender qué es o por qué está sucediendo; no intentes comprender, ahora mismo. Simplemente vas a tener que aceptar el hecho de que está teniendo lugar algún tipo de proceso que necesita tener lugar, y sólo hay una cosa que puedas hacer, que debes hacer, y es: no interponerte en su camino».

«¡Jesús, Adam!», dije. «¿Voy a quedarme aquí atrapada para siempre?».

«No», dijo Adam, perdida la aspereza. «No te vas a quedar allí atrapada para siempre. De hecho, te puedo asegurar que estarás fuera de ello al final de la semana».

Entendí, con un breve destello de diversión y admiración, que él estaba programándome —a mi inconsciente, de cualquier modo— para recuperarme hacia el fin de semana, y yo sentí un arrebato de gratitud. Mentalmente me di un codazo en mis propias costillas y proyecté el pensamiento: «Escucha, tú, ¿oyes lo que dijo? ¡Fuera de ello al final de la semana!».

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«Muchísimas gracias, Adam. Escucha, si llego a un punto en el que pueda confiar en mí misma para conducir con seguridad, ¿puedo acercarme a hablar contigo un rato? ¿Estarás en casa los dos próximos días, en caso de que logre manejarme con el coche y con todo?».

Su voz era amable y yo me di cuenta de que él estaba hablando con más claridad y un poco más lento que de costumbre, para que pudiera oírlo a través del enredo y la confusión. «Puedes llamarme a cualquier hora del día o de la noche, y si no estoy aquí, deja un mensaje en mi contestador y te llamaré tan pronto como vuelva a casa. Y cuando puedas conducir con seguridad, puedes venir aquí y pasar todo el tiempo que quieras. Estoy aquí para ti», dijo, atentamente. «Estoy aquí para ti, en cualquier momento, igual que tú lo estarías para mí».

Le di las gracias de nuevo y colgué. Luego puse la cabeza en mis manos y lloré, amargamente, durante mucho tiempo.

Sasha vuelve a casa y Ann le pone al corriente

Cuando Shura llegó a casa, me besó y me apretó hacia él, entonces buscó mi cara y me abrazó otra vez. Sabía que estaba preocupado, y que no lo podía evitar (yo tampoco). Pero, fuera lo que fuera, había que superarlo. Le dije que las corrientes de pensamiento eran muy intensas y que no podía cortarlas, así que iba a hablar con él o a escribirlas por completo, aunque las imágenes y los conceptos se habían vuelto tan continuos y tan complejos que era difícil enfocarse en cualquiera de ellos el tiempo suficiente para escribirlos. Le dije que parecía estar revisando todos los aspectos de la vida y la experiencia humanas, pero que estaba sintonizada, sobre todo, con los aspectos dolorosos, tristes, trágicos, y que estaba resultando ser un coñazo.

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Me senté a la mesa y le conté una versión reducida de las luchas del día, y describí la llamada a Adam.

Concluí: «Él dijo que todo lo que estoy atravesando está dentro de mí, que lo que estoy enfrentando es un aspecto de mí misma. Dijo que es un proceso de algún tipo que tiene que ocurrir, de lo contrario no estaría sucediendo, y que todo lo que debería hacer es no meterme en su camino».

Shura esbozó una media sonrisa y asintió: «Suena razonable para mí».

Yo también sonreí: «Y me dijo que estaría fuera de ello, del todo, y de vuelta a la normalidad —¡sea eso lo que demonios sea!— para el fin de semana. ¿No es genial?».

Los dos nos reímos.

Cuando puse su comida sobre la mesa, Shura trató de persuadirme para que comiera algo, pero dije que no tenía apetito —lo cual resultaba perfecto para mí, considerando mi eterno problema de peso— y que si no le importaba comer solo mientras yo iba a sentarme a la máquina de escribir y tomar nota de todo este loco asunto. Me dijo que no le importaba en absoluto, y que le llamara si necesitaba algo, incluyendo sencillamente amor. Lo besé, y me di la vuelta para que no viera las lágrimas rodando de nuevo.

En la puerta de la cocina, miré hacia atrás y decidí contarle lo de los ojos llorosos, en lugar de intentar esconderlos, pues eso resultaría al final imposible.

«¿Shura?».

Él levantó la vista rápidamente, con la cara inquieta: «¿Ajá?».

«Creo que debería explicarte que parte de esto —lo que sea que está sucediendo— parece ser un casi continuo goteo de lágrimas. A veces es verdadero llanto, pero la mayor parte del tiempo simplemente fluyen hacia abajo por mi cara sin ninguna razón emocional en particular, ya sabes; simplemente están ahí. Parecen venir con el territorio, y no tengo la mínima idea de por qué. Así que no necesitas prestarles atención, ¿de acuerdo? Las lágrimas no significan lo que suelen significar, mientras esta cosa continúe».

Él me sonrió: «Muy bien, ignoraré tus lágrimas a menos que me digas que no debería».

«Bien», sonreí, secándome el último ejemplar.

Referencias

http://www.shulgin.es
http://www.facebook.com/librosdeshulgin
Shulgin, Alexander y Ann. PIHKAL y TIHKAL. Transform Press.

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