Las drogas que consumían los antiguos celtas

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El pueblo celta es oriundo de las estepas rusas hace unos 3.000 años y hablaban una lengua indoeuropea. Durante el siglo VI a. C. los celtas llegaron a Galicia y Portugal, posteriormente penetraron en Navarra y Aragón. El pueblo celta jamás fue un imperio, sino que se establecían en confederaciones de tribus. Era una civilización que tuvo su esplendor entre los siglos IV y III a. C.

Sus instituciones presentan puntos en común con las de los pueblos llamados arios, especialmente en la división tripartita del cuerpo social, controlado por la casta de los druidas o sacerdotes-brujos. Los druidas tenían un lugar en el bosque donde realizaban sus ritos en los que intervenía el contacto con los elementos, el canto, la ingestión de ciertas plantas u hongos, como la amanita muscaria, todo ello para entrar en contacto con otras realidades paralelas. Algunos de estos rituales lo realizaban desnudos. Diodoro escribe: «Desnudos, de la misma manera que sus guerreros en la batallas, se muestran ellos a sus dioses. Pese a lo impúdico de su proceder, la cólera de los dioses no parece que recaiga sobre ellos» o Posidonius: «muestran gran veneración por los árboles, de los que se sirven después de que realicen cantos, caricias y otras obscenidades que prefiero no relatar» y Plinio el Viejo escribe: «Mientras los druidas apoyan sus virilidades con gran devoción y ceremonial sobre las cortezas de los árboles, las druidesas parecen encontrar deleite en el roce con las piedras» (Velasco, 2005: 157).

En efecto, gran parte de los territorios ocupados por esta cultura se corresponden con bosques de coníferas, donde crece espontáneamente estos singulares hongos. La tradición de consumir hongos sigue presente en zonas de influencia céltica como es el caso de Gales donde es consumido por Navidad en familia.

No parece haber duda razonable sobre la relación de los celtas con las solanáceas psicoactivas, plantas inmemorialmente conectadas con el brujo y su oficio. Parece que la palabra «beleño» proviene del dios galo Belenus, al que estaba consagrada esta planta por «embeleñarse» o envenenarse con ella las flechas, si bien esto puede aludir a la llamada hierba del ballestero, una planta totalmente distinta. En la mitología gala Belenus venía a representar lo que Apolo para griegos y romanos. Plinio llama Apollonaris a Belenus, y otros Apollonaria, Polonaris y Polonaria. Como cultura más arraigada en Europa Occidental, no es improbable que el pueblo celta haya contribuido con su cultivo y recolección a la extraordinaria variedad de solanáceas alucinógenas que caracteriza al continente. Hay un pueblo en Asturias cuyo nombre es Beleño.

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El cáñamo llegó a Europa por el norte gracias a los celtas. Ni los griegos ni los romanos cultivaron sistemáticamente esta planta, pero no porque sus derivados dejaran de serles vitales, sino porque desde el comienzo pudieron obtenerla de los celtas, que ya desde el VII a. C. tenían un asentamiento en Massilia, la actual Marsella, y desde allí ofrecen cuerdas, velas y estopa a todo el Mediterráneo. Los celtas utilizaban el cannabis tanto por su fibra como por sus cogollos. Hay una variada y artística colección de pipas galorromanas en diversos museos arqueológicos, por ejemplo en Sevilla, en Coulmier-le-Sec y en Tarragona. Y si tenemos seguro que no se utilizaron para fumar tabaco, ya que apareció en Europa en el siglo XV, cabe la posibilidad de que fuera para consumo de cannabis.

Este pueblo está muy relacionado con los estados modificados de la conciencia gracias a las plantas, como también lo fue el caso de los pueblos precolombinos. También conocieron el opio y fue quizá una de las primeras culturas del planeta que cultivó adormidera, pues en los asentamientos de Hallstat (Austria) y La Téne (Suiza) se han encontrado semillas de opio. No está tan clara su relación con las bebidas alcohólicas, como veremos posteriormente en este artículo. Platón incluye a los celtas entre aquellos «pueblos guerreros que beben vino sin aguar y dejan a sus mujeres acompañarles». Sin embargo, seis siglos más tarde Amiano Marcelino, manejando datos de primera mano, comenta que no cultivan la vid ni tienen vino, «aunque fabrican otros muchos brebajes con virtudes semejantes».

Los cántabros
El nombre de los cántabros Orgenomesci está relacionado con el estado de trance alcanzado en las iniciaciones mediante una embriaguez homicida a la que se llegaba con bebidas alcohólicas o con ciertas sustancias. Orgenomesci es un nombre celta formado por el término celta para «borrachera» (mesc-) y por el celta «matar» (orgeno-), que se encuentra en el nombre del jefe galo Orgetorix («Rey de los matadores o de la matanza»). Los orgenomescos, «los ebrios de matanza, los que se embriagan en la matanza», llevan un nombre que pudiera ser el recuerdo de una banda iniciática. Se trataba de un nombre cuya finalidad era la de provocar el terror. El relato irlandés «La borrachera de los Ulates» alude precisamente a las borracheras rituales y a las cabalgadas que realizaban de noche en la fiesta guerrera de Samaín de la casta guerrera en el mundo celta.

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Los cántabros consumían vino importado pero era poco común, lo consumían rápidamente en los festines familiares. Según Plinio el Viejo, en Hispania la cerveza se llamaba caelia o cerea. Los numantinos la hacían de trigo, y el fermento le daba un sabor áspero y un calor embriagador. Los celtíberos tenían hidromiel que la hacían de la abundante miel que producían sus campos y con el vino que compraban a los mercaderes (Peralte, 2003:104).

Una poción elaborada con hojas de tejo (taxus baccata, L.) era usada por algunas tribus celtas para suicidios colectivos antes que entregarse al enemigo (Castillo y Col. 2007:47). En las zonas más agrestes y montañosas de Cantabria en época romana vivieron las «guardianas del tabú» que hacían sus pócimas, ungüentos y venenos con la cuchara de madera, símbolo de su poder. Se levantaron contra la mismísima Roma el 19 a.C. Para sofocar la rebelión fue el general Marco Vipsanio Agripa. Los testimonios de esta guerra son desgarradores, Estrabón escribe: «En las guerras de los kántabroi, las madres mataban a sus hijos antes que permitir que cayesen en manos enemigas» «Se cuenta también que los kántabroi este rasgo de loco heroísmo que habiendo sido clavados en la cruz ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria». La victoria romana supuso el fin de la influencia céltica en la Península (Lorenzo, 2007).

Los banquetes
Eran importantes en la sociedad celta los banquetes y borracheras colectivas, destinadas a mantener sólidos lazos entre jefes tribales y el resto de su sociedad, especialmente sus guerreros. En los banquetes se observaba un reparto de los puestos de acuerdo a esa jerarquización (Peralta, 2003: 112).

Los guerreros escitas, otro pueblo celta o protocelta, se unían a sus jefes y entre ellos mismos realizaban un pacto de sangre. Herodoto describe tales juramentos: «En una gran copa de cerámica vierte vino y con él mezclan sangre de los que prestan el juramento, haciéndoles previamente una punción con una lezna o una ligera incisión en el cuerpo mediante un cuchillo; y acto seguido sumergen en la copa un alfanje, flechas, un safaris y un venablo». Hecho esto, lanzan múltiples imprecaciones y finalmente beben del contenido de la copa tanto las personas que conciertan el juramento como los principales personajes que les acompañan. Luciano describía en los mismos términos: «tras verter las gotas de sangre en la copa, metían en ella la punta de sus espadas y bebían los dos guerreros al tiempo, frente contra frente». Los juramentados se les denominaban «coracos» como «genios amigos».

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Para honrar al dios del bosque, los druidas ofrecían libaciones con sidra y vino durante Maboro (el 21 de septiembre) la última noche del año celta, el 31 de octubre, en Samhain, tranformado hoy en día en Halloween, se consumía calabazas, manzanas, nuez moscada, mandrágoras, belladona y pimienta (Dunwich, 2004:23). En la noche más larga, el 21 de diciembre, festejaban el Yule Lore, el renacimiento del sol con cerveza, manzanas asadas o jengibre. También bebían leche, cerveza, vino y un rudimentario whisky (Corral, 2005: 15).

Figura principal: El druida
Los druidas utilizaban plantas e imposición de manos acompañados de conjuros para la curación de los enfermos. Silicio cita cantos de distinto tono que realizaban ante los enfermos, desde una especie de nanas hasta gritos de «heavy» para sacar los espíritus malignos que dominaban los cuerpos enfermos. Estos trabajos de sanación lo realizan tanto a ricos como a pobres. Los druidas eran capaces de emitir ciertas vibraciones que proporcionaban descanso al enfermo o incluso le daban energía para curarse (Velasco, 2005:155). Julio César afirmaba de los druidas, «con una sola palabra les basta para dominar a sus enemigos inflingiéndoles todo tipo de males».
Las daturas, el beleño, la mandrágora, la hierba mora y la belladona siempre se han relacionado con fenómenos de levitación, fantásticas proezas físicas, telepatía, adivinación y delirios. El druida, un chamán culto, convertido en casta hereditaria de una sociedad ágrafa pero no «subdesarrollada», llegaría a dominar personalmente estas sustancias, aunque luego restringiese su uso a él o las empleara para confeccionar filtros administrables secretamente. A las solanáceas psicoactivas añadieron los galos un gusto especial por las hojas secas de lechuga, otra solanácea, ya comentado cuando descubrimos Egipto. Ya Dioscórides clasificaba el «jugo de lechugas salvajes» como un «áspero fármaco».

Bibliografía

Corral Vide, M. (2005). Cocina celta. Ediciones LEA.
Dunwich, G. (2004). Pociones mágicas. Selector
Escohotado, A. (1999). Historia general de las drogas, Espasa Forum, Madrid
Lorenzo, J. (2007). Las guardianas del tabú. Ed. Planeta
Peralta Labrador, E. (2003). Los cántabros antes de Roma. Real Academia de la Historia
Rey Bueno, M. (2008). Historia de las hierbas mágicas y medicinales. Ed. Nowtilus, S.L.
Velasco, M. (2005). Breve historia de los celtas. Ed. Nowtilus, S.L.

 

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