Del 15 al 18 de abril de este año, coincidiendo con el aniversario del descubrimiento de la LSD por Albert Hofmann, se ha celebrado en San José, California, un congreso de científicos expertos en psiquedélicos, organizado por MAPS (http://www.maps.org). En la versión impresa de Cannabis Magazine informaremos detalladamente sobre el evento. Aprovechamos ahora para recuperar algunos de los artículos publicados en la revista sobre el creador de la LSD.
Albert Hofmann descubridor del LSD murió el 29 de abril de 2008 a la edad de 102 años en su casa de Burg, cantón de Basilea (Suiza), víctima de un infarto. Autor de múltiples artículos y libros como El camino a Eleusis o Mundo interior, mundo exterior. Doctor Honoris Causa en Harvard, Zurich, Estocolmo y Berlín. Fue el padre del LSD que, queramos admitirlo o no, ha cambiado la faz de la historia del siglo XX. Sin él no habrían existido los 60, ni la contracultura, ni los hippies.
Albert Hofmann nació el 11 de enero de 1906 en la ciudad suiza de Baden, en el cantón suizo de Argovia; en el seno de una familia humilde que quedó desamparada por la muerte prematura del padre. Pasó su adolescencia en una fábrica de herramientas para ayudar a su familia ya que era el primogénito. Su pasión era la química de las plantas y animales. Estudió química en la universidad de Zúrich, obtuvo un doctorado sobre la enigmática estructura de la quitina (uno de los componentes principales de las paredes celulares de los hongos). Aceptó un puesto de investigador en el pequeño laboratorio de Sandoz (ahora Novartis) en Basilea, en el departamento de investigación de drogas naturales como asistente del profesor Arthur Stoll, fundador y director del departamento farmacéutico. Allí permaneció hasta su jubilación en 1971, con hallazgos importantes que contribuyeron a hacer de Sandoz una empresa farmacéutica internacional. Durante estos años Hofmann desarrolló tranquilizantes y analgésicos que aún se siguen utilizando en obstetricia y en neurología.
Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo de guardia en un puesto fronterizo de alta montaña, donde aprovechó para continuar con sus autoexperiencias con el LSD y redactar varias comunicaciones científicas obteniendo un preparado específico (El Delysid, nombre comercial con el cual Sandoz designó al LSD-25) para uso terapéutico, para estados de ansiedad y neurosis obsesiva. Tomando Delysid el psiquiatra podía obtener una visión profunda del mundo de las ideas y sensaciones de los pacientes mentales. Hofmann era un apasionado lector de Goethe y de Hölderlin, y un alma «paganamente religiosa- aunque perteneciese por familia a la confesión de Zwingli-» (Escotado, 1999:797).
El ergot
En los laboratorios de Sandoz estudió el ergot o cornezuelo, un hongo parásito del centeno, para aislar su principio activo. Los efectos alucinógenos del cornezuelo eran conocidos desde hace siglos: su ingestión provoca delirios y fuertes dolores en las piernas, llamados antiguamente «fiebre del peregrino». Los alcaloides del cornezuelo se utilizarían para hemorragias post-parto y luego para cefaleas.
Hofmann quería aislar los principios activos de este hongo para poder aplicar luego la dosis exacta, y consiguió producir uno de esos alcaloides, al que llamaron Methergin, y que sigue usándose ahora rutinariamente en los hospitales. Fue su primera síntesis en laboratorio. Pero para producir este compuesto debían conseguir ácido lisérgico, que es el núcleo común de todos estos alcaloides del cornezuelo. Desarrollaron un procedimiento para producirlo sintéticamente, lo que les permitía conseguir cualquier derivado del ácido lisérgico. El componente común de los alcaloides del cornezuelo es precisamente el ácido lisérgico. Trabajando sobre esto, durante un proceso de purificación del ergot, en 1938 Hofmann sintetizó la dietilamida-25 del ácido (25 porque era de la muestra con ese número).
Fue entonces cuando produjo dietílamida del ácido lisérgico, es decir, LSD. En realidad Hofmann estaba intentando conseguir un analéptico, es decir, una sustancia estimulante del sistema circulatorio. Se probó en animales y no funcionó. La empresa consideró que la LSD no estimulaba el sistema circulatorio, y fue abandonado. Ya no se hicieron más pruebas hasta que en 1943 volvió a hacer la síntesis y consiguió de nuevo la dietilamida del ácido lisérgico.
Primera experiencia accidental con LSD
El 16 de abril 1943, Hofmann descubrió por casualidad su efecto alucinógeno al caerle una gota de LSD en las yemas de su mano en el laboratorio. Empezó a sentirse de una manera extraña. No había tomado nada, pero imaginó que algo debió quedar en sus dedos. Se sentía algo extraño y se fue a casa. Allí se encontró en otra realidad, los colores habían cambiado, la habitación había cambiado, su humor había cambiado, y tenía la impresión de que su propia personalidad había cambiado, y al cerrar los ojos empezó a tener bellísimas fantasías e imágenes. Escribió en su diario:
«El pasado viernes 16 de abril de 1943, tuve que dejar de trabajar en el laboratorio a media tarde e irme a casa. Empecé a notar una sensación de confusión leve. Al llegar a casa, me estiré y me hundí en una sensación semejante a una borrachera, muy desagradable y que se caracterizaba por una actividad extrema de imaginación. Mientras me encontraba descansando en un estado de confusión con los ojos cerrados (noté que la luz brillaba mucho), me vinieron a la mente una serie de imágenes fantásticas de extraordinaria plasticidad y viveza, acompañadas de una gran variedad de colores, como si se tratara de un calidoscopio. Esta situación fue superada gradualmente en dos horas.»
Descubrió que ninguna otra sustancia, natural o sintética, operaba a esa escala sobre el sistema nervioso central. Para ser exactos, la dosis activa en humanos iba de 0,000003 a 0,000001 gramos por kilo de peso (Hofmann, 1980:40). Curiosamente su toxicidad es casi nula, no se conoce un caso de sobredosis letal para humanos (Escohotado, 1999:797).
El primer viaje de ácido documentado
No sabía a qué se debía, y sospechó que podría ser la LSD con la que había estado trabajando, por lo que decidió hacer un experimento. Tres días después, la tarde del 19 de abril de 1943, Hofmann consumió 250 microgramos de LSD de forma deliberada. Tomó un cuarto de miligramo de esa sustancia, una cantidad mínima, realmente muy pequeña; de hecho, no hay ningún preparado que produzca ningún efecto con un cuarto de miligramo. Incluso tuvo la idea de aumentar la dosis, pero prefirió ser prudente. Hofmann pensaba que era una cantidad infinitamente pequeña para que le hiciera algún tipo de efecto. Esperó media hora a que se produjera algo y no funcionó. Así que tomó su bicicleta y se marchó del laboratorio a su casa y en el trayecto comenzó a sentirse «extraño»:
«Resultó que era cinco veces la dosis debida. La dosis normal es 0,05 miligramos, y yo, para mi primer viaje, había tomado cinco veces más. Fue una experiencia terrible, un mal viaje. Todo cambió, y tuve la sensación de que había abandonado mi cuerpo, estaba en el espacio y podía ver mi cuerpo allí, y pensé: tal vez te has vuelto loco, o a lo mejor ya estás muerto. Fue realmente terrible, porque seguía consciente de mi situación y de la realidad cotidiana al mismo tiempo».»Después de cinco o seis horas volví de nuevo a la normalidad, y entonces realmente me lo pasé muy bien. Disfruté con la sensación de haber vuelto a nacer. Volver de un mundo muy extraño y encontrarme con el mundo cotidiano y familiar. Experimenté la belleza de nuestro mundo cotidiano, real. Todas esas cosas que uno no valora en estado normal me parecían bellísimas, me di cuenta de lo bonito que es nuestro mundo, y estaba realmente feliz. Y así fue, cómo descubrí la LSD». Hofmann había vuelto «iluminado» de esta experiencia.
Utilización psiquiátrica
Hofmann se dio cuenta de la importancia de su descubrimiento y de sus posibles aplicaciones en psiquiatría. Tras hacer un informe sobre su experiencia, la compañía Sandoz decidió distribuirlo entre médicos especializados, y a lo largo de los años cincuenta y sesenta aparecieron gran cantidad de estudios en el campo psiquiátrico. Hofmann defendía la utilidad de esta droga visionaria en el análisis del funcionamiento de la mente o psicoanálisis. Y apostaba porque algún día se pudiese emplear para tratar enfermedades psiquiátricas como la esquizofrenia.
Durante años, el LSD fue utilizado como una sustancia médica en psiquiatría y neurología, y producida industrialmente bajo la forma de comprimidos y ampollas por Sandoz entre 1947 y 1966, aunque su acceso estaba limitado al cuerpo médico. Hofmann pensaba que el LSD iba a ser una sustancia importantísima para la investigación psiquiátrica o psiconáutica. Y le dolió la utilización que se hizo de forma recreativa. Hofmann estaba al corriente del surgimiento de la cultura de la droga que se estaba dando gracias a su descubrimiento, comentaba:
«Inmediatamente tuve problemas, porque estas sustancias, estas drogas, al igual que las drogas sagradas, tenían que usarse con gran cuidado. Así lo entendían los indios. Sólo el shaman podía usarlo y tenía que estar preparado. Los indios creían que si uno ingería el hongo y no estaba limpio, se volvía loco o el hongo podía matarlo. Pero los hippies, y la gente en general, tomaban el LSD en cualquier lugar, en una discoteca, sin estar preparados en absoluto, y entonces pasó lo que los indios ya sabían, la gente se volvía loca, neurótica acababa en hospitales, en clínicas psiquiátricas, y yo tuve problemas. ‘Éste ha descubierto una droga satánica’, decían»… «En absoluto se me ocurrió que el LSD pudiera ser una sustancia estupefaciente» (Hofmann, Gnoli y Volpi, 2008).
Hasta 1970 se podía comprar libremente ácido lisérgico a los laboratorios farmacéuticos y con ello producir LSD. En esa fecha se prohíbe la venta, pero los laboratorios clandestinos siguieron produciendo LSD comprando productos que contenían ácido lisérgico, como el Methergin.
Droga madre de una contracultura
Sin embargo, estos problemas no afectaron a su trabajo. Hofmann siguió siendo el jefe del departamento de investigación farmacológica de Sandoz, pero las esperanzas que había puesto en las propiedades de la LSD en el campo psiquiátrico se desvanecieron. En palabras de Hofmann lo importante del LSD sería su sentimiento cósmico: «La futura visión del mundo deberá superar algunos dualismos dominantes en la manera actual del pensar, por ejemplo, la rígida contraposición entre sujeto y objeto, o la separación entre objeto y materia, o la problemática división de mente y cuerpo. Y estoy convencido de que sustancias como el LSD pueden tener una gran importancia para transmitir este sentimiento de pertenencia cósmica» (Hofmann, Gnoli y Volpi, 2008).
Otro apunte más del LSD era su importancia como elemento místico: «Huxley era de la misma opinión que yo. Opinaba que el LSD merecía una difusión más amplia, pero que antes de consumirlo era indispensable una preparación adecuada, un saber adecuado, mediante lo que denominaba una auténtica ciencia de la experiencia mística» (Hofmann, Gnoli y Volpi, 2008).
Hofmann también afirma creer en Dios: «Sí, creo en Dios, por supuesto. Sin embargo, lo importante es que nos entendamos en cuanto al concepto de fe: no creo en los dogmas, que son, por decirlo así, experiencias de segunda mano. Creo en un espíritu creador, que se manifiesta en la creación y que se abre a mí en la experiencia de la unión mística con el todo» (Hofmann, Gnoli y Volpi, 2008).
Opinaba que la felicidad estaba en los pequeños detalles de la vida: «Tengo la profunda convicción de que el hombre sólo puede hallar su felicidad volviendo a unas condiciones de vida lo más naturales posibles. Pienso, por tanto, que en todo lo que se hace hoy en el plano económico, social y político habría que preguntarse cada vez si contribuye a la felicidad del hombre» (Hofmann, Gnoli y Volpi, 2008).
Tras bautizar su descubrimiento como ‘hijo problemático’ en uno de sus libros, siguió defendiendo su utilidad aún cuando fue ilegalizado en la década de los 60. En su opinión, la sustancia fue demonizada injustamente por culpa del uso lúdico y peligroso que se implantó en esos años, protagonizado, entre otros, por el movimiento hippie de esa época.
Un mundo nuevo por descubrir
La CIA utilizó LSD con fines bélicos. Se lo dieron a gente incluso sin que ésta lo supiera. Les interesaba como suero de la verdad, pero también como arma. A finales de los cincuenta, agentes militares del laboratorio de la Armada en Maryland fueron al laboratorio de Sandoz para pedirle a Hofmann cómo se podrían conseguir grandes cantidades de LSD. Esto no era posible, al menos en las cantidades que ellos querían; sólo podíamos producir tal vez algunos cientos de gramos. Es necesario partir del cornezuelo, y la Armada norteamericana estaba interesada en producir toneladas.
Hofmann también sintetizó otras sustancias visionarias; en 1940 la dihidroergotoxina (Ruiz, 2005:10). Siguió estudiando sustancias alucinógenas encontradas en hongos mejicanos y otras plantas usadas por lo aborígenes. Esto le condujo a sintetizar la psilocibina, el agente activo de muchos hongos. También se interesó por las semillas de Ololiuhqui con las que sintetizó la ergina, muy relacionada con el LSD. Así, en 1962, Hofmann y su esposa Anita, viajaron a Méjico para buscar la planta María Pastora, también conocida como salvia divinorum.
Su último consumo de LSD fue en 1972. Dejó de consumirlo, según él: ‘Porque ya entendí el mensaje de la LSD, no considero necesario que me lo repita’. Mi mente ya está abierta, no necesito abrirla de nuevo».
Hofmann recalcaba que el LSD era una droga sagrada: «Pero es importante saber que detrás de la barrera de nuestra vida cotidiana se oculta un mundo mucho más amplio, mucho más profundo y divino.»… «LSD forma parte de las llamadas drogas sagradas, sagradas en el sentido de que hacen falta los preparativos necesarios, hace falta un respeto. Y vuelvo una vez más a Eleusis: estas drogas se tienen que administrar tal como se administraban en Eleusis; me parece que incluso puede ser un ejemplo de cómo manejar estas sustancias en nuestro tiempo.» Decía que su secreto para vivir tantos años no fue la LSD sino tomar huevos fritos con mantequilla. Y afirmaba: «La sustancia me ha descubierto a mí».
Bibliografía
Hofmann, A., Gnoli, A. y Volpi, F. El dios de los ácidos. Conversaciones con Albert Hofmann. (2008)
Hofmann, A. Historia de la LSD. Cómo descubrí el ácido y qué pasó después en el mundo (2006)
Cáñamo. Especial 100 aniversario Albert Hofmann (2006)
Colectivo Interzona. LSD (2006)
Hofmann, A., Wasson, R.G. y Ruck C.A.P. El camino a Eleusis. Una solución al enigma de los misterios. Fondo de Cultura Económica (1993)
Hofmann, A. Mundo interior, mundo exterior. Pensamientos y perspectivas del descubridor de la LSD (1997)
Schultes, R.E. y Hofmann, A. Plantas de los Dioses. Orígenes del uso de los alucinógenos. Fondo de Cultura Económica. México (1982)
Ruiz Franco, J.C. Drogas inteligentes: plantas, nutrientes y fármacos para potenciar el intelecto. Ed. Paidotribo (2005)
Hofmann, A. LSD: Cómo descubrí el ácido y que pasó después en el mundo. Gedisa (2001)