En el artículo de este mes continuamos tratando el interesante uso que nos permite el cannabis para la práctica de la meditación, abordando una metodología sencilla para la práctica.
Por Psicotar
La meditación es una práctica muy extendida y practicada hoy día en todo el mundo. Sin embargo, pese a su difusión, es una práctica en ocasiones mal entendida y rodeada de un misticismo que, desde la óptica que supone comprender su base cerebral, resulta totalmente innecesario y prescindible.
La meditación ha ocupado durante decenios la atención de estudiosos de la mente y del cerebro, ya que no son ajenos a la ciencia los cambios y fenómenos que se producen con la práctica meditativa.
El tratar de comprender el proceso de la meditación es complicado, ya que poner palabras concretas a algo que se produce en un nivel tan subjetivo y profundo de la persona es difícil. Sentarse con los ojos cerrados puede hacerlo cualquiera, pero lograr el estado adecuado y el efecto deseable ya no es tan fácil y es muy frecuente que el practicante de meditación se acabe enredando consigo mismo ante una actividad mental desatada sin posibilidad de control.
La meditación, como muchas actividades en esta vida, precisa de un periodo de práctica guiada y orientada por alguien experimentado, aparte de ser un procedimiento que requiere tiempo y muchas repeticiones para poder dar sus frutos. Que nadie espere iluminarse en un fin de semana… pese a lo mucho que le puedan decir algunos maestros y gurús…
El porqué la meditación resulta positiva para la mente y el cuerpo aún es un misterio, pues se han estudiado los cambios objetivables en variables orgánicas (pulso, constantes bioquímicas, células inmunitarias, etc) pero aún no se ha determinado el mecanismo que los produce (1)
¿Cómo puede ser que el poner la mente el blanco pueda resultar beneficioso para el organismo? ¿Qué mecanismo puede estar actuando y cual es su fundamento biológico? Si nos vamos a las teorías sobre la plasticidad neuronal, encontramos un fenómeno que resulta bastante plausible y lógico.
La plasticidad neuronal es un fenómeno ampliamente conocido y estudiado. Es la propiedad que tienen las células del sistema nervioso de establecer y restablecer contacto entre sí, así como la posibilidad de mejorar la eficiencia en el funcionamiento de todo el sistema (2)
Las neuronas se estructuran formando redes neuronales, que no son más que la conexión entre millones de neuronas entre sí. Aquí, lo importante no es la neurona, sino la capacidad de establecer miles de conexiones con las células adyacentes, de manera que el resultado final es más que la suma de las partes.
La comunicación en estas redes se realiza de forma masiva, estando el conocimiento representado de varias formas, pero reducible a dos formas conceptuales diferentes: representación en serie y en paralelo. Un enorme número de procesos suceden en paralelo en nuestro cerebro, ya que todos ocurren de forma simultánea, como puede ser el control del equilibrio, la deambulación, la regulación del latido cardiaco, los pensamientos automáticos, etc… y a la par otros procesos suceden en serie, es decir, sólo pueden producirse unos pocos procesos a la vez, ya que consumen recursos atencionales y la capacidad de esta atención es muy limitada.
Puestos a hipotetizar, nuestra capacidad consciente, es decir, la propiedad de nuestra mente de percibir y ser consciente de lo que percibe, es un fenómeno que sucede claramente en una tipología de fenómeno en serie. Mientras que lo inconsciente parece suceder en una suerte de circuito en paralelo.
Las redes neuronales requieren para su buen funcionamiento y mantenimiento un uso regular, de forma que, al generarse el impulso neuronal, se sintetizan una serie de sustancias (como el BDNF o factor neurotrófico del cerebro) que “alimentan” las conexiones y permiten que las neuronas funcionen óptimamente (3)
La meditación es una práctica que busca activamente la quietud mental, la desaparición de pensamientos y la desaparición de cualquier contenido mental. Es de importancia hacer notar que el contenido mental siempre está ahí, no se borra, y que es la proyección de ese contenido, su acceso a la consciencia lo que llamamos pensar conscientemente. Por ello es tan difícil tratar de permanecer en silencio meditando sin que nos asalten cientos de pensamientos a la vez y acabemos enredándonos con ellos.
Que el contenido mental no se elimine cuando no le prestamos atención no es casualidad y, ni muchísimo menos, tampoco es recomendable, ya que nos impediría la vida tal y como la conocemos.
Pero ¿cómo se mantienen los recuerdos y los procesos activos aún cuando no los estamos reforzando conscientemente? Pues mediante la activación en paralelo y de forma subconsciente de los circuitos que forman las redes neuronales. De esta forma, se mantiene lo que somos, recuerdos, personalidad, etc… ya que esos circuitos están reforzándose silenciosamente.
La atención consciente es un proceso en serie, es decir, que sólo pueden realizarse algunas cosas a la vez porque el procesamiento simultáneo provoca interferencias.
Ambos tipos de procesamiento pueden llegar a interferirse mutuamente durante la práctica de meditación. Al poner la mente en un estado de calma, en un entorno silencioso, la consciencia, proceso que funciona en serie, se queda sin contenido sobre el que fijarse, de manera que es relativamente sencillo que otros contenidos, que están reverberando en circuitos neuronales que funcionan en paralelo, accedan a la consciencia, dificultando el proceso y el objetivo de la meditación, ya que ésta se basa en la ausencia de contenidos para alcanzar un estado mental donde no hay nada consciente en la “pantalla mental” de la consciencia…
Por ello es tan necesaria una práctica continua y regular, generalmente supervisada por algún experto, para que se pueda llegar a alcanzar gradualmente un mayor estado de vacío mental. Pero cuidado, no se malinterprete el significado de la palabra “vacío”. Aquí, esta palabra está siendo utilizada para expresar el estado mental en el que no hay contenido en la consciencia, lo cual no significa para nada que no haya una enorme cantidad de procesos neuronales en marcha al mismo tiempo.
Lo que pasa es que mediante la meditación, se busca mantener la consciencia, como proceso atencional en serie que es, libre de trabajo, de manera que no se produzca ninguna inhibición sobre otros circuitos y así se permita que todos los circuitos se autorregulen. Quizás por esto pueda resultar tan útil la práctica de la meditación. La atención consciente recluta energía y centra el proceso biológico sobre una serie de circuitos muy concretos, mientras que la meditación, al no realizarse sobre ningún contenido, permite que cualquier circuito se refuerce, resultando así en una mejora general del funcionamiento del cerebro, suceso que ha sido demostrado en cientos de estudios científicos realizados.
Metodología de meditación simplificada.
La metodología que exponemos en estas líneas no suple la guía de una persona con experiencia, sólo pretende un efecto ilustrativo sobre el proceso de la meditación, por lo que se recomienda a las personas que puedan estar interesadas en esta práctica, acudan a un centro de reconocida dedicación
El primer paso para poder abordar la meditación es la postura. Hay escuelas de meditación que no le dan mucha importancia, abogando por una postura cómoda. Desde estas líneas recomendamos la postura del zen, especialmente una variación que se realiza sentándose al borde de una silla, como si nos fuéramos a caer, de forma que la espalda quedaría perfectamente colocada en posición recta y de tal forma que la barbilla esté ligeramente inclinada hacia delante. De esta forma, la postura favorece la concentración y evita la somnolencia.
Comenzamos a meditar con los ojos cerrados y respirando con normalidad, proyectando nuestra atención sobre el proceso de respirar, tanto cuando inhalamos como cuando exhalamos. El ir y venir del proceso respiratorio es el foco de atención.
Tras unas respiraciones, pasamos a posar la atención sobre el momento de la exhalación del aire, es decir, al inhalar tratamos ya de no concentrar nuestra atención en nada, mientras que posamos toda nuestra atención en el proceso de expulsar el aire de los pulmones, prestando atención a cómo se desarrolla este proceso.
Es bastante probable que, al tratar de aquietar la mente y desprenderse de pensamientos, nos asalten multitud de ideas, siendo muy posible que nos acabemos enredando. En este caso, esto debe tomarse como una señal para volver al proceso de concentración con mayor energía. Esos pensamientos e ideas que nos abordan en la consciencia al meditar se podrían considerar como la “cháchara” que normalmente nuestro cerebro mantiene consigo mismo como mecanismo de mantenimiento y plasticidad de sus circuitos. Que tengamos pensamientos no significa que debamos prestarles atención, ya que la atención es un proceso consciente y valioso y deberíamos ser nosotros quien decidiéramos a qué atendemos y a qué no.
Esta cháchara es indicativa para volver al estado de concentración en el proceso de exhalar. De aparecer, no debemos enredarnos tampoco en nada que tenga que ver con ella, tratando de aplicar una regla mental denominada “no R, no R”, no resistirse, no rendirse. De esta forma y con la práctica, podremos entrenar a nuestra mente a cultivar un espacio de tranquilidad y quietud.
Tras haber logrado la plena concentración en la exhalación, pasaremos a concentrar nuestra atención en el instante que se produce cuando hemos terminado de expulsar el aire de nuestros pulmones, es decir, en el momento que transcurre entre el final de la exhalación y el comienzo de la inhalación. Este proceso es complicado, ya que el momento entre el fin de una respiración y el comienzo de otra es de milésimas de segundo, de ahí que “colarse” en ese pequeño intervalo de tiempo puede resultar difícil al neófito. Una vez más, práctica y más práctica es la receta para poco a poco lograr aquietar y afinar la mente y poder entrar en ese estado de profunda quietud y concentración.
Seguimos concentrando la atención en el proceso de meditación mediante la focalización en el momento previo a la inhalación. De aparecer algún pensamiento en la consciencia, nos paramos y nos preguntamos mentalmente “¿Y tú… de dónde has salido?”, de forma que, al final de esta pregunta, tenemos otro momento de quietud sobre el que volver a posar la atención. Prestamos atención a los puntos suspensivos que surgen después de formular esa cuestión. Ahí está el silencio interior. No tratar de responder la pregunta, porque eso activaría el proceso lógico y anularía el discurrir automático de la meditación.
El silencio interior son los verdaderos segundos perdidos, ya que en la sucesión de periodos donde no hay efectivamente una descarga neuronal, se suspende fisiológicamente la función mental… y es la sensación fenomenológica de que hay continuidad la que nos hace creer en la ilusión de un continuo. Sumados al final de la vida, estos periodos de silencio interior, percibidos o no, suponen segundos de tiempo sustraídos a nuestra experiencia y camuflados bajo la engañosa sensación de continuidad.
Mediante la práctica de la meditación podemos aprehender estos segundos que se perderán invariablemente, los vivenciemos o no. Estos segundos perdidos tienen una similitud al proceso de escribir… ya que se escribe mediante una sucesión de palabras sobre un fondo y entre las palabras se dejan espacios en los que se puede contemplar el fondo, que siempre está ahí, que siempre permanece.
Este fondo es un estado mental primigenio, previo a la aparición del contenido mental y conceptual, previo al esfuerzo que nuestra mente constantemente desarrolla en su relación con el mundo, sea interno o externo. Previo al proceso de organizar y etiquetar en categorías. Por ello es deseable la meditación, porque permite mejorar el proceso de calma y ecuanimidad, al incidir en procesos mentales previos a la acción, creando una suerte de “espacio mental” de maniobra.
Tras esta fase, podemos pasar a una concentración en una sílaba como puede ser la sílaba “ah”, pronunciada mentalmente mientras exhalamos el aire. De esta forma, pasamos a concentrar la atención en una sílaba sin sentido, permitiendo al resto de procesos mentales automáticos que se puedan desarrollar sin atraer nuestra consciencia.
En caso de enredarnos con pensamientos, ideas, etc, aplicaremos la regla “no R, no R” (no resistirse, no rendirse) y volvemos al ejercicio.
Todo el proceso anterior puede seguir indefinidamente, cuanto más tiempo meditemos, mejor, ya que podremos lograr estados mentales cada vez más adecuados y ecuánimes. Como ya hemos expresado, todo esto requiere mucha práctica y atención plena.
Para usar sustancias con las que apoyar este proceso, debemos ir probando niveles de profundidad mediante niveles de dosis diferentes, hasta lograr descubrir el equilibrio que nos permite profundizar en la meditación sin perdernos ni divagar.
El cannabis es un excelente catalizador de los procesos mentales. Pero debido a la complejidad del proceso meditativo, recomendamos una mínima práctica sin apoyo de sustancias, para aprender a “pilotar” y, una vez hayamos aprendido el mecanismo de la meditación, ir añadiendo en momentos determinados las sustancias que se estimen. Ojo, hay que prestar mucha atención y no desviarse del objetivo de la meditación, aquietar la mente mediante la liberación de la consciencia de contenido, no llenarla de fantasías ni discursos vanos e inútiles. No es fácil meditar con ayuda farmacológica pero, de lograrse un proceso adecuado, las posibilidades se multiplican sobremanera.
Nos despedimos hasta la próxima… salud y ¡buen viaje!
NOTAS
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