Publicado originalmente en la Revista Ulises
Quiero dedicar este artículo a Albert Hofmann y a su Hijo Problemático , porque sin ellos jamás habría tocado el infinito. Publicado originalmente en la Revista Ulises
Hace algunos años, allá por el 96, cuando Internet era aun la gran desconocida, aquellos que nos enfrentábamos a la Red y nos perdíamos en su telaraña, entre cortes de la conexión y descargas imposibles, no podíamos imaginar lo que nos ofrece hoy.
En aquel momento el número de webs que había sobre drogas era limitado y era escasa la información sobre el tema en habla hispana. Las joyas de la corona inglesa, por aquel entonces, era un visualmente tosco Hyperreal , con muchísima información y trip reports (actualmente fusionado en Erowid ) y Lycaeum , con bastante información y fotografías.
En el año 1997, aparecieron las primeras webs en castellano sobre psicoactivos: Mundoenteógeno , que desde Granada nos abrió el camino; El ciprés creada por Joaquim Tarinas y que se transformó en lo que hoy conocemos como la Librería Muscaria , convirtiéndose en la mejor librería psicoactiva de la Red. Ese mismo año, apareció Psiconáutica , desarrollada por el que suscribe , que ha sobrevivido hasta hoy. Por aquel entonces tener un servidor propio o un nombre de dominio era todo un lujo. Mundoenteógeno se encontraba alojada en Geocities y Psiconáutica en Tripod, ambas comunidades de alojamiento gratuito, con direcciones imposibles de escribir o recordar http://www.geocities.com/HotSprings/2938/index.htm
members.tripod.com/~rauldelpino
((A partir de aquí lector, si no te interesa saber las motivaciones que me llevaron a crear Psiconáutica pasa al párrafo final y obtendrás una breve exposición de la historia de Internet)).
Pero retrocedamos un poquito más, solo un poco.
Unos años antes, andaba yo recorriendo los ca1250minos del exceso hasta ahogarme en las fuentes del saber y fue allí que en vez de resurgir cual Ave Fénix de sus cenizas me convertí en un pollo calado hasta los huesos y desplumado. Fue esta crisis espiritual y el verme al borde de la muerte, lo que me llevó a replantearme enteramente mi vida, a la necesidad de trazar una nueva ruta en mi camino y encontrar una explicación de lo que acontecía en mi conciencia, para poder entender de alguna manera lo que me rodeaba, saber caminar sin tropezar a cada paso y hallar un lugar en mi mente dónde estar en silencio.
En ese momento emprendí una búsqueda guiada por un cúmulo de causalidades. Me metí de lleno en el estudio de las filosofías orientales, la meditación y el chamanismo. Hasta mis manos llego un ejemplar de «Las enseñanzas de Don Juan» de Castaneda y bueno, por qué no decirlo, su compendio de chamanismo, filosofía oriental, psicología y drogas me mostraron un nuevo camino, que a mi entender era más accesible. Sobre todo, porque es muy difícil llegar al Samadhi oyendo constantemente el atronador ruido urbano, entre coplas y bachata tropical.
Así que me sumergí de lleno en las bibliotecas, quería saber, necesitaba información sobre drogas: esas cosas que hasta ese momento solo había utilizado para olvidarme de mí.
Comencé a tomar apuntes, cruzar datos sobre plantas y sustancias. Buscaba teoría antes de empezar las clases prácticas. Era una búsqueda en solitario, porque no tenía Internet y no conocía a nadie que tuviera los mismos intereses. Aquel estudio que terminé en el año 95, compilaba 35 plantas y hongos y 40 sustancias diferentes, suficientes para emprender mi viaje.
Era justo el momento de probar, mi mente y mi cuerpo estaban preparados. Así que me puse a buscar. Mi primera parada fue la LSD, quería empezar con ella, me fascinaba su potencial. Realicé unos 30 autoensayos con LSD, los cuales registré en fichas donde recogía tanto el lado físico y objetivo como el subjetivo, antes y después de la toma. Siempre tome LSD a solas, mezclado con meditación y silencio. Creo que esta etapa significó el momento de mayor crecimiento personal de mi vida, ya que el LSD me brindó la oportunidad de explorar mapas mentales y desentrañar lo que se subyace bajo las capas de la «cebolla». En esta etapa sufrí varias disoluciones del Ego que me revelaron el último gran acontecimiento psicológico del ser humano: la muerte.
Pero no siempre ha sido todo aciertos. Recuerdo con cierta tristeza, que la primera vez que probé MDMA fue sentado delante de mi ordenador. Las notas que tomé solo describen las náuseas, el mareo y la carencia de cualquier empatía o sentimiento de felicidad. No fue hasta mucho tiempo después cuando tuve la fortuna de poder sentir el maravilloso potencial de esta sustancia, una herramienta esencial para buscadores.
A lo largo de este tiempo he ensayado con una gran variedad de drogas y venenos, solos y combinados, elevándome en algunas ocasiones al cielo y otras veces arrastrándome al infierno, provocando agradables sensaciones físicas y sensoriales u horrorosos vómitos, diarreas, envenenamientos y desagradables efectos secundarios.
Mi interés se ha ido definiendo en el uso de los psiquedélicos hacia la interrelación entre meditación y psicología transpersonal. Aunque no desecho el uso recreativo de los enteógenos, creo que la importancia de los mismos recae en el uso que se haga de ellos como herramientas indispensables para la construcción humana y la unión con el espacio íntimo, aunque la experiencia me ha llevado a usar estas herramientas con cautela. Creo que desde los albores de la humanidad el uso de este tipo de sustancias ha supuesto un cambio importante en la forma de percibir el entorno y a uno mismo, proporcionando formas modernas de consumo que nos abren un panorama bastante interesante dentro del conocimiento de la psique humana. Hemos pasado de las plantas y los hongos a toda una serie de nuevos fármacos diseñados para abrirnos la puerta que disuelve la dualidad humana, este sentirnos ajenos y separados de todo. Aunque en todos los casos, la esencia de la experiencia proporcionada por los psiquedélicos es el éxtasis, en el sentido original de esta palabra: «retraer el alma del cuerpo».
A todo esto, tenía la necesidad urgente de contar, de compartir lo poco aprendido y de intentar crear lazos de unión con gente que tuviera las mismas inquietudes. Un buen día, llegó hasta mis manos un ejemplar de una revista de informática donde se explicaba paso a paso como crear una página web y ponerla en un servidor. Así que pensé que era la mejor forma de difundir información sobre drogas y compartir lo aprendido. De una forma muy tosca, creé Psiconáutica con una página llena de grandes botones psicodélicos y gifs animados. Tenía algo así como un eslogan que invitaba a mis vecinos a unirse a la comunidad «Canarias Psicoactiva». Lo cierto es que nunca conocí a nadie de allí que le interesara el tema. Pero si a gente de diversos lugares de España y Latinoamérica que me apoyaron y animaron a seguir con la web.
A través de los años he conocido y hecho grandes amigos gracias a la web, gente con la que compartir experiencias y que han entendido de lo que estaba hablando sin mirarme como si estuviera loco, algo que me ha ayudado a no sentirme solo.
En el año 2000 decidí renovarla, dotarla de un interfaz gráfico más atractivo, reestructurar contenidos y crear nuevas secciones. Desde 1997 han visitado Psiconáutica cerca de 2 millones de personas, diariamente unas 700, y eso me anima a continuar con la labor. Mi sueño sería crear una gran base de datos sobre sustancias psicoactivas, psicología transpersonal, chamanismo, etnofarmacognosia . con cuyo desarrollo pudieran colaborar diferentes editores de todo el mundo.
Hoy las cosas han cambiado mucho. Existen muchas y muy buenas páginas web sobre drogas en castellano, foros de intercambio, el negocio de los grow y smart shop online se ha extendido y las nuevas tecnologías han facilitado mucho el intercambio de información y la dinamización de los contenidos. Internet a lo largo de estos años ha cumplido su cometido, unir a individuos con fines comunes, fomentar la comunicación entre los mismos y desarrollar proyectos colectivos con el fin de acumular experiencia e información para las generaciones venideras.
Raúl del Pino
www.psiconautica.org