Teoría neurológica de Timothy Leary
«Para comprender el espacio neurólogico, el doctor Leary asume que el sistema nervioso consiste en ocho circuitos potenciales, o «mecanismos», o minicerebros. Cuatro de esos cerebros se hallan en el lóbulo izquierdo, usualmente activo, y tienen que ver con nuestra supervivencia terrestre; cuatro son extraterrestres, residen en el «silencioso» o inactivo lóbulo derecho, y existen para ser usados en nuestra evolución futura. Esto explica por qué el lóbulo derecho está normalmente inactivo en este estadio de nuestro desarrollo, y por qué llega a ser activo cuando la persona ingiere psiquedélicos.
Explicaremos cada uno de los ocho «cerebros» brevemente.
I-El circuito de biosupervivencia. Este cerebro invertebrado fue el primero en evolucionar (hace de 2 a 3 miles de millones de años) y es el primero en activarse cuando nace una criatura humana. Programa la percepción en una especie de encasillamiento dividido en cosas buenas-nutritivas (hacia las que se siente atraído) y cosas peligrosas-tóxicas (de las que huye o a las que ataca).
II-El circuito emocional. Este segundo y más avanzado biocomputador se formó cuando aparecieron los vertebrados y empezaron a competir por el territorio (quizás unos 500.000.000 de años antes de Cristo). En el individuo este enorme túnel de realidad es activado cuando las cintas maestras del ADN disparan la metamorfosis del arrastrarse hacia el andar. Como saben todos los padres, el niño que empieza a caminar ya no es una criatura pasiva (orientada a la biosupervivencia) sino un mamífero político, lleno de exigencias territoriales físicas (y psíquicas), rápido en entrometerse en los asuntos familiares y en la toma de decisiones.
III-El circuito de agilidad–simbolismo. Este tercer cerebro se formó cuando los homínidos empezaron a diferenciarse de los demás primates (unos 4-5 millones de años antes de Cristo), y es activado cuando el niño, ya más mayor, empieza a manejar utensilios y a emitir/recibir señales laríngeas (unidades humanas de habla).
Según el habla popular, el túnel de realidad del primer circuito es llamado generalmente «conciencia» per se: la sensación de estar aquí y ahora, en este cuerpo, orientado a la supervivencia corporal. (Cuando uno está «inconsciente», el primer circuito está anestesiado, y los médicos pueden practicar cirugía sobre ti o los enemigos pueden atacarte, y no podrás evadirles ni huir.) El segundo circuito, en el mismo lenguaje vulgar, es llamado «ego». El llamado «ego» es el segundo circuito sensorial mamífero del status (importancia-no importancia) en el grupo o tribu. El tercer circuito es lo que generalmente llamamos «mente»–la capacidad de recibir, integrar y transmitir señales producidas por la mano homínida (artefactos) o por los 9 músculos laríngeos homínidos (habla).
La impresión de esos tres circuitos determina, aproximadamente a la edad de 3 años y medio, el grado y el estilo básicos de confianza/desconfianza que colorearán la «conciencia», el grado y estilo de agresividad/sometimiento que determinarán el status del «ego», y el grado y estilo de habilidad/torpeza con que la «mente» manejará instrumentos o ideas.
En términos evolutivos, la «conciencia» o primer cerebro es básicamente invertebrada, flotando pasivamente hacia la alimentación y la protección del peligro. El «ego» o segundo cerebro es mamífero, siempre luchando por el status dentro del orden tribal del grupo. La «mente» o tercer cerebro es paleolítico, aferrado a la cultura humana y enfrentándose con la vida a través de una matriz de utensilios hechos por humanos, y de simbolismos creados por el ser humano.
El cuarto cerebro es post-homínido, específicamente característico del Homo sapiens, el hombre-mujer «domesticados». Éste es:
IV-El circuito socio-sexual. Este cuarto cerebro se formó cuando los grupos de homínidos evolucionaron a sociedades y programaron papeles sexuales específicos para sus miembros, unos 30.000 años antes de Cristo. Es activado en la pubertad, cuando las señales de ADN desencadenan la liberación glandular de productos neuroquímicos sexuales y se inicia la metamorfosis al estado adulto. Los primeros orgasmos o experiencias de acoplamiento imprimen un rol sexual característico que, nuevamente, queda fijado de forma bioquímica y permanece constante durante toda la vida, a menos que alguna forma de lavado de cerebro o reimpresión bioquímica lo altere.
En lenguaje vulgar, las impresiones dejadas por el cuarto circuito y su túnel de realidad son conocidas como la «personalidad adulta».
Esos cuatro circuitos constituyen normalmente todas las redes del cerebro que se consigue activar. Con ello debería quedar claro por qué Leary las llama terrestres. Han evolucionado y han sido moldeadas por las condiciones gravitatorias, climáticas y energéticas determinantes de la supervivencia y la reproducción en este tipo de planeta orbitando en torno a esta variedad de estrella tipo G.
El cuarto cerebro, enfrentándose con la transmisión de la cultura tribal o étnica a través de generaciones, introduce la cuarta dimensión, el tiempo.
Puesto que cada uno de esos túneles de realidad consiste en impresiones bioquímicas o matrices en el sistema nervioso, cada uno de ellos es activado específicamente por neurotransmisores y otras sustancias.
Ninguna sustancia terrestre cambia las impresiones bioquímicas básicas. Las conductas que se desencadenan son las que quedaron grabados en el sistema nervioso durante los primeros estadios de vulnerabilidad a la impresión. El circuito II, el «ego», exhibe los juegos o condicionamientos aprendidos de los padres en la infancia. El circuito III «mente» nunca va más allá de las permutaciones y combinaciones de los túneles de realidad impresos originalmente, o de abstracciones asociadas con las impresiones a través de condicionamientos posteriores. Y así sucesivamente.
Pero todo este robotismo pavloviano-skinneriano cambia drástica y dramáticamente cuando volvemos hacia el lóbulo derecho, los circuitos futuros y las sustancias químicas extraterrestres.
Los cuatro «cerebros» de evolución futura son:
V-El circuito neurosomático. Cuando este quinto «cerebro-corporal» es activado, se produce una conexión hedonista, una diversión extática, un desapego de todos los anteriores mecanismos compulsivos de los primeros cuatro circuitos. Yo conecté este circuito con la hierba y el Tantra.
Este quinto cerebro empezó a aparecer hace unos 4.000 años en las primeras civilizaciones del ocio, y ha ido incrementándose estadísticamente en los últimos siglos. Más recientemente, Ornstein y su escuela han demostrado con electroencefalogramas que este circuito representa el primer salto del lóbulo izquierdo lineal del cerebro al lóbulo derecho analógico.
La apertura e impresión de este circuito ha sido la preocupación de los «técnicos de lo oculto»–chamanes tántricos y hatha yoguis. Mientras que el quinto túnel de realidad puede ser alcanzado mediante privación sensorial, aislamiento social, estrés fisiológico o una severa impresión, tradicionalmente ha sido reservado a la educada aristocracia de las sociedades ociosas que han resuelto los cuatro problemas terrestres de la supervivencia.
Hace unos 20.000 años, el neurotransmisor específico para el quinto cerebro fue descubierto por los chamanes en el área asiática del mar Caspio, y se esparció rápidamente a otros brujos a través de Eurasia y África. Se trata, naturalmente, del cannabis.
El significado extraterrestre de estar «arriba» es confirmado por los propios astronautas; el 85 % de aquellos que han experimentado la caída libre de la gravedad cero describen «experiencias místicas» o estados de éxtasis típicos del circuito neurosomático. «Ninguna foto puede mostrar lo hermosa que se ve la Tierra», se entusiasma el capitán Ed Mitchell, describiendo su Iluminación en caída libre. Suena como cualquier yogui o consumidor de marihuana exitoso. Ninguna cámara puede mostrar esta experiencia porque está dentro del sistema nervioso.
Leary cree que la caída libre, en el momento evolutivo adecuado, desencadena la mutación neurosomática. Previamente, esta mutación ha sido conseguida «artificialmente» mediante entrenamiento yóguico o chamánico o mediante el estimulante del quinto circuito, el cannabis. Practicar surf o submarinismo, esquiar y la nueva cultura sexual (masaje sensual, vibradores, artes tántricas importadas, etc.) han evolucionado al mismo tiempo como parte de la conquista hedonista de la gravedad. El estado de estar conectado es siempre descrito como «flotar» o, en la metáfora zen, «un pie por encima del suelo».
VI-El circuito neuroeléctrico. El sexto cerebro consiste en el sistema nervioso siendo consciente de si mismo, independientemente de los mapas de realidad impresos de modo gravitacional (circuitos I-IV), e incluso independientemente del éxtasis corporal (circuito V). El conde Korzybski, el semántico, llamaba a este estado «la conciencia de abstraer». El doctor John Lilly lo llama «metaprogramación», es decir, conciencia de programar la propia programación. Esta conteligencia (conciencia-inteligencia) einsteiniana, relativista, reconoce por ejemplo, que los mapas de realidad euclidiano, newtoniano y aristotélico son simplemente tres entre miles de millones de programas posibles o modelos que experimentar. Yo conecté este circuito con el peyote, la LSD y los metaprogramas «mágickos» de Crowley.
Este nivel de funcionamiento cerebral parece haber sido constatado por primera vez aproximadamente unos 500 años antes de Cristo entre varios grupos «ocultistas» conectados gracias a la Ruta de la Seda (Roma-Norte de la India). Está tan más allá de los túneles de realidad terrestres que aquellos que lo han alcanzado apenas pueden comunicarlo a la humanidad ordinaria (circuitos I-IV) y difícilmente también pueden ser comprendidos ni siquiera por los Ingenieros del Éxtasis del circuito quinto.
Las características del circuito neuroeléctrico son alta velocidad, elección múltiple, relatividad y la fisión-fusión de todas las percepciones en universos paralelos de ciencia ficción de posibilidades alternativas.
Los políticos mamíferos que controlan la lucha por el poder entre la humanidad terrestre son aquí transcendidos, es decir, son vistos como estáticos, artificiales o una elaborada farsa. Uno no es tampoco coercitivamente manipulado dentro de la realidad territorial de otro ni obligado a luchar contra ella con un juego recíproco emocional (el habitual melodrama). Uno simplemente elige, conscientemente, si compartir o no el modelo de realidad del otro.
Las tácticas para abrir e imprimir el sexto circuito son descritas y raramente experimentadas en el raja yoga avanzado, y en los manuales herméticos (codificados) de los alquimistas e Iluminados medievales y renacentistas.
Ningún producto químico especifico para el sexto circuito está aún disponible, pero las sustancias psiquedélicas fuertes como la mescalina (extraída del «cacto sagrado», peyotl) y la psilocibina (del «hongo mágico» mexicano, teonanacatl) abren el sistema nervioso a series entremezclada de canales del circuito V y del circuito VI. Esto es lo que se denomina apropiadamente «viajar», distinguiéndolo del directo «conectarse» o «estar arriba» del circuito quinto.
La supresión de la investigación científica en esta área ha tenido el desafortunado resultado de conducir la ilegal cultura de la droga de vuelta hacia el hedonismo y los precientíficos túneles de realidad (el renacimiento de lo oculto, el solipsismo, el orientalismo pop) del circuito quinto. Sin disciplina científica y metodología, pocos pueden descodificar con éxito las a menudo aterradoras (pero filosóficamente cruciales) señales metaprogramadoras del sexto circuito. Los científicos que siguen estudiando este tema no se atreven a publicar sus resultados (que son ilegales), y comunican sus cada vez más amplios túneles de realidad tan sólo en conversaciones privadas–como los eruditos de la época inquisitorial. (Voltaire anunció la Era de la Razón dos siglos demasiado pronto. Nosotros estamos aún en las Eras Oscuras.)
Cuando los seres humanos hayan trepado fuera de su pozo atmosférico-gravitatorio de vida planetaria, la acelerada conteligencia del sexto circuito hará posible las comunicaciones de alta energía con las «Inteligencias Superiores», es decir, con nosotros-en-el futuro y otras razas post-terrestres.
Una vez nos damos cuenta de que las experiencias neurales intensificadas son realmente extraterrestres, resulta encantadoramente simple y obvio afirmar que estar «arriba» y «lanzado» son adecuadas metáforas. El éxtasis neurosomático del circuito V es una preparación para el próximo paso en nuestra evolución, la migración fuera del planeta. El circuito VI es la preparación para el paso siguiente, la comunicación interespecies con entidades avanzadas que posean túneles de realidad electrónicos (post-verbales).
El circuito VI es el «traductor universal» imaginado a menudo por los escritores de ciencia-ficción, incorporado ya en el interior de nuestros cerebros por la cinta grabada del ADN. Igual que los circuitos de la futura mariposa están ya incorporados en la oruga.
VII-El circuito neurogenético. El séptimo cerebro entra en acción cuando el sistema nervioso empieza a recibir señales desde el interior de la neurona individual, por medio del diálogo ADN-ARN. Los primeros en conseguir esta mutación hablaron de «recuerdos de vidas pasadas», «reencarnación», «inmortalidad», etc.
Los «registros akásicos» de la Teosofía, el «inconsciente colectivo» de Jung y el «inconsciente filogenético» de Grof y Ring, son tres metáforas modernas de este circuito. Las visiones de la evolución pasada y futura descritas por aquellos que han tenido experiencias «fuera del cuerpo» durante episodios cercanos-a-la-muerte describen también el túnel de realidad del transtemporal circuito VII.
Los ejercicios específicos para disparar el circuito VII no pueden encontrarse en las enseñanzas yóguicas; normalmente se producen, si llegan a producirse, después de varios años del tipo de raja yoga avanzado que desarrolla la facilidad para el circuito VI.
El neurotransmisor específico para el circuito VII es, por supuesto, la LSD. (El peyote y la psilocibina producen también algunas experiencias correspondientes al circuito VII. )
El circuito VII está más oportunamente considerado, en términos de la ciencia de 1977, como el archivo genético, activado por proteínas antihistonas. La memoria del ADN girando en espiral hacia atrás hasta el amanecer de la vida. Una sensación de inevitabilidad e inmortalidad y simbiosis entre las especies acude a todos los mutantes del circuito VII; ahora podemos ver que esto es, también, una anticipación evolutiva, puesto que nos hallamos ahora mismo en el umbral de una longevidad prolongada que conduce a la inmortalidad.
El papel exacto de los circuitos del lóbulo derecho y la razón de su activación en la revolución cultural de los 60 resulta ahora claro. Como escribe el sociólogo F. M. Esfandiary en Upwingers, «Hoy, cuando hablamos de inmortalidad y de llegar a otros mundos, ya no lo decimos en un sentido teológico o metafísico. La gente está viajando ahora a otros mundos. La gente está esforzándose ahora hacia la inmortalidad. La trascendencia ya no es un concepto metafísico. Ha llegado a ser una realidad.»
La función evolutiva del séptimo circuito y de su evolutivo túnel de realidad, que abarca eones, es prepararnos para la inmortalidad consciente y la simbiosis entre especies.
VIII-El circuito neuroatómico. Sujeten sus sombreros e inspiren profundamente– esto es lo más lejos que se ha aventurado hasta ahora la inteligencia humana:
La conciencia precede probablemente a la unidad biológica o al registro en espiral del ADN. «Experiencias fuera del cuerpo», «proyección astral», contacto con «entidades» extrañas (¿extraterrestres?) o con una supermente galáctica, etc., como las que yo he experimentado, han sido todas descritas desde hace miles de años, no solamente por el ignorante, el supersticioso, el crédulo, sino a menudo por las mejores mentes entre nosotros (Sócrates, Giordano Bruno, Edison, Buckminster Fuller, etc.). Los parapsicólogos son informados diariamente de tales experiencias, y han sido experimentadas por científicos tales como el doctor John Lilly o por Carlos Castaneda. El doctor Kenneth Ring ha atribuido tales fenómenos a lo que él llama, muy apropiadamente, «el inconsciente extraterrestre» .
El doctor Leary sugiere que el circuito VIII es literalmente neuroatómico–infra, supra y meta-fisiológico–un sistema de comunicación basado en la mecánica cuántica que no requiere un contenedor biológico. El intento de construir un modelo cuántico de conciencia y/o un modelo consciente de mecánica cuántica por parte de los físicos que han experimentado con sustancias psicoactivas, y de los que ya hemos hablado (el profesor John Archibald Wheeler, Saul-Paul Sirag, el doctor Fritjof Capra, el doctor Jack Sarfatti, etc.) indica claramente que la «conciencia atómica», sugerida en primer lugar por Leary en «Las siete lenguas de Dios» (1962), es la conexión explicativa que unirá la parapsicología y la parafísica en la primera teología científica, empírica y experimental de la historia.
Cuando el sistema nervioso es conectado a su circuito de nivel cuántico, el espacio-tiempo es eliminado. La barrera einsteiniana de la velocidad de la luz es transcendida; en la metáfora del doctor Sarfatti, escapamos del «chovinismo electromagnético. La conteligencia dentro de la cabina de proyección cuántica es el «cerebro» cósmico entero, tal y como la hélice micro-miniaturizada del ADN es el cerebro local guiando la evolución planetaria. Como dijo Lao-tse desde su propia perspectiva del circuito VIII, «Lo más grande está dentro de lo más pequeño.»
El circuito VIII se activa mediante la ketamina, un producto neuro-químico investigado por el doctor John Lilly, que es administrado también (según un rumor muy extendido, pero no confirmado) a los astronautas para prepararles para el espacio. Altas dosis de LSD producen también alguna conciencia cuántica del circuito VIII.
Esta conteligencia neuroatómica está cuatro mutaciones más allá de la domesticidad terrestre. (El forcejeo ideológico se halla actualmente entre los moralistas-o-colectivistas del circuito IV y los individualistas hedonistas del circuito V.) Cuando nuestra necesidad de una inteligencia superior, de una implicación más rica en el diseño cósmico, de una trascendencia ulterior, ya no sean satisfechas por nuestros cuerpos físicos, ni siquiera por unos cuerpos inmortales que esperen saltar a través del espacio-tiempo por la malla 9, el circuito VIII abrirá nuevas fronteras. Nuevos universos y realidades. «Más allá de la teología: la ciencia y el arte de convertirse en Dios», como escribió Alan Watts en una ocasión.
Es por consiguiente posible que las misteriosas «entidades» (ángeles y extraterrestres) monótonamente referidas por los visionarios del circuito VIII sean miembros de razas evolucionadas ya hasta dicho nivel. Pero es también posible, como sugieren Leary y más recientemente Sarfatti, que Ellos/as sean nosotros-mismos-en-el-futuro.
Los circuitos terrestres del lóbulo izquierdo contienen las lecciones aprendidas de nuestro pasado (y presente) evolutivo. Los circuitos extraterrestres del lóbulo derecho son el anteproyecto evolutivo de nuestro futuro.
Sin respaldar totalmente el misticismo tecnológico de Charles Fort («La máquina de vapor llegará cuando venga el tiempo de la máquina de vapor»), es obvio que el metaprograma del ADN para la evolución planetaria es mucho más sagaz que cualquiera de nuestros sistemas nerviosos individuales–que son en cierto sentido grandes robots o sensores del ADN. Los pulps de ciencia ficción; las crudezas de Buck Rogers; la sofisticada ciencia ficción de brillantes escritores como Stapledon, Clarke, Heinlein; el 2001 de Kubrick–todo ello son señales cada vez más claras del ADN transmitidas a través del intuitivo lóbulo derecho de sensitivos artistas, preparándonos para la mutación extraterrestre.
Como dijo la revista Time el 26 de noviembre de 1973: «Dentro de diez años, según los farmacólogos, se habrán perfeccionado píldoras y electrodos craneales capaces de proporcionar éxtasis que duren toda una vida para toda la población de la Tierra». La histeria de los años sesenta sobre la hierba y el ácido fue solamente la obertura para la ruptura de ese quinto circuito. Nathan S. Kline predice auténticos afrodisiacos, sustancias que aceleren el aprendizaje, sustancias para favorecer o terminar con cualquier esquema de comportamiento. Aquellos que fueron quemados o encarcelados a principios del siglo XVII (Bruno, Galileo, etc.) fueron los adelantados de la Revolución de la Tecnología Exterior. Aquellos que fueron encarcelados o golpeados por los policías en los años sesenta fueron los adelantados de la Revolución de la Tecnología Interior.
En pocas palabras, los distintos niveles de conciencia y circuitos que hemos estado discutiendo, e ilustrando, constituyen todos ellos impresiones bioquímicas en la evolución del sistema nervioso. Cada impresión crea un túnel de realidad mayor. En la metáfora sufí, el burro en el cual cabalgamos se convierte en un burro diferente tras cada impresión. El metaprogramador aprende constantemente más, y es cada vez más capaz de ser consciente de sí mismo, de su modo de operar. Así, estamos evolucionando hacia la inteligencia- estudiando-la-inteligencia» (el sistema nervioso estudiando el sistema nervioso) y somos más y más capaces de acelerar nuestra propia evolución.«
Robert Anton Wilson
(Extractos de Cosmic Trigger I)
Traducción y adaptación: Juan José García Piñeiro