El cannabis y la adicción desde la perspectiva del uso, del abuso y de la dependencia ¿de qué estamos hablando?

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Nos acercamos en esta ocasión a un tema bastante peliagudo, que en algún número anterior hemos esbozado casi por encima. Ahora iremos de lleno al meollo sobre si es posible realizar un uso inteligente sin que se planteen problemas.

Por Psicotar

C. es un varón de 26 años, actualmente desempleado, que consume cannabis con una frecuencia variable entre los 5 y los 13 porros diarios. L. es un varón de 31 años que trabaja en una empresa consultora y que fuma uno o dos porros diarios. J. es un varón de 33 años que consume muy esporádicamente cannabis para aprovechar el aumento de creatividad que le aporta para su trabajo de índole intelectual. Ninguno de los tres dice tener problemas con el consumo, aunque conociendo personalmente a los sujetos, esta afirmación no puede tomarse como cierta al 100%.

Tres personas diferentes, tres usos diferentes, una misma sustancia. Pregúntese el lector si es posible que alguno de ellos tenga algún problema serio con el cannabis. Con esa respuesta, aplíquese un razonamiento circular: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Cuando crean haberlo resuelto, plantéenlo de nuevo, pero de otra forma… ¿qué fue antes, el problema o el cannabis?

Iremos desgranando a lo largo de este artículo las tres situaciones y las diferentes formas en las que el cannabis está actuando. Conceptualizaremos el cannabis como una herramienta y por ello, no hablaremos de que sea mala en sí misma, sino que lo vamos a enfocar desde el punto de vista del usuario y del uso que éste le quiera o pueda dar. Eliminaremos los demonios ficticios para analizar los demonios personales que en ocasiones pueden ser los culpables de un mal uso de cualquier herramienta.

El agua es un elemento imprescindible para la vida en la tierra, pues las células la necesitan como uno de sus principales componentes. Pues bien, voy a aplicar una regla especial por la cual voy a demostrar que el agua es malísima, veneno puro y que quien la consume es un adicto sin remedio. Como se habrá imaginado el lector, estoy aplicando las reglas del prohibicionismo, sólo que esta vez en vez de referirme a drogas, lo estoy haciendo con el líquido elemento…

Mi razonamiento es sencillo: si se bebe usted cincuenta litros de agua seguidos, sin parar a procesarlos, usted morirá de una situación de hipoosmolalidad. La diferencia es que, al hacerle la autopsia, nadie señalará al agua como maligna, a pesar de haber provocado la muerte. Todo el mundo aceptará que en ese caso concreto ha sido la inadecuada conducta de la persona el error que le ha originado el fallecimiento. Se busca la causa de la conducta para poder tratarla y así eliminar el comportamiento de riesgo, pero nadie hablaría de prohibir el agua (1)

Con las sustancias psicotrópicas pasa algo parecido, sólo que el razonamiento está planteado de una manera muy diferente. Si al sujeto le ocurre algo y se descubre que se ha ingerido alguna sustancia, se intentará echar la culpa de lo ocurrido a la sustancia, sin ni siquiera esperar a tener resultados fehacientes de autopsia o si se tienen, no se les dará el mismo bombo que al hecho de la muerte.

Se entenderá automáticamente que esa sustancia es problemática porque ha generado un problema. Ni siquiera se planteará el debate público de si realmente el problema está causado por la persona o por la sustancia. Aquí, parece que la responsabilidad del sujeto queda secuestrada por la sustancia y, por lo tanto, hay que eliminar todo psicotrópico malvado de la circulación para evitar que caigan en sus redes los indefensos ciudadanos. Pero Usted, señor lector, sabe que esto no es cierto.

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Si tenemos que poner en común unos conceptos, hagámoslo con los conceptos de usar, abusar y depender.

Según la Real Academia de la Lengua Española (2):

Usar : 1. Hacer servir una cosa para algo; 2. Dicho de una persona: Disfrutar algo; 3. Ejecutar o practicar algo habitualmente o por costumbre.

Vemos que este concepto de usar incluye varias conductas interesantes para lo que estamos diciendo. Por un lado, tenemos el servirse de una cosa con un objetivo, lo que permite que mucha gente que consume cannabis para algo quede dentro de esta acepción.

Se puede hablar de que muchas personas también disfrutan del cannabis en momentos concretos, así como de las sensaciones que produce, por lo que en este consumo también haríamos algo perfectamente voluntario.

Respecto al hecho de la costumbre o la habitualidad, tenemos que incidir en los contextos en los que se produce el consumo, porque si uno fuma por la costumbre, puede que se haya perdido el objetivo inicial o la intención primaria y lo que tengamos un consumo más automático que voluntario, que habrá que analizar con el usuario para ver si éste le favorece o se puede trasladar a otro momento o contexto.

Abusar : 1. Usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente de algo o de alguien; 2. Hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder.

De estas dos acepciones podemos derivar una parte del problema que estamos tratando. A la hora de considerar problemático el asunto de las drogas en general y del cannabis en particular, tenemos que hacer referencia a la conducta del sujeto, pues es esta y no otra causa, la que origina el problema o no. Las herramientas pueden usarse bien o pueden usarse terriblemente mal. Un martillo que en principio nos sirve para fabricar un mueble al clavar los clavos que unen las tablas, se puede usar para pegarle a una persona romperle un hueso. No creo que nadie que lea estas líneas se vaya a poner a culpar al martillo y lo malo que es del problema, ¿verdad? Sin embargo, esto es lo que se hace con las sustancias psicotrópicas.

Depender : […] 2. Producirse o ser causado o condicionado por alguien o algo […] 6.Colgar o pender de alguna cosa.

En estas acepciones, depender refleja ya un problema en tanto en cuanto la persona introduce un intermediario entre su propia percepción/ autoestima y la realidad exterior. Este catalizador puede servir a muchas funciones, todas ellas con un objetivo y razón, sin los cuales el consumo se haría innecesario.

En esta situación, la dependencia incide sobre todo en el apremio de obtener un estado mental diferente desde el que afrontar las diversas realidades que nos toca vivir. Toda dependencia se considera, en principio, mala para el individuo. Más allá de las definiciones, la dependencia genera malestar cuando no puede ser afrontada y por ello el individuo buscará con mayor o menor energía acabar con ese estado de excesiva activación. En ese sentido y siguiendo con el razonamiento bizarro del principio del artículo, diremos que somos absolutamente dependientes del agua y que la raza humana tiene un serio problema con ella, ya que la necesitamos para calmar el malestar que nos surge a medida que estamos privados de ella.

¿Les parece una tontería lo que estoy diciendo? Bueno, es simple, dejen de beber agua ya y me lo cuentan dentro de tres días. Somos todos unos adictos.

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Ahora bien, de este extraño razonamiento podemos extraer algo bueno: no es la sustancia lo que sirve de base a la adicción, sino el individuo y el manejo que éste hace de sus estados mentales. Ahí es donde tenemos que empezar a plantear el análisis y el cambio.

El caso de C., que citamos al principio, parece ser un claro caso de dependencia a una sustancia. Pero lo que no podemos hacer decir que la sustancia en sí misma es adictiva, ya que en este caso no es así. C. consume desde hace 11 años para aplacar la ansiedad que siente de manera crónica y que no es capaz de solucionar por otros medios.

Si C. fuera al médico, tendría que tomar benzodiacepinas de manera crónica, lo cual no sería más que un cambio de “camello” si se me permite la expresión, pues pasaríamos a depender de otra sustancia sin más, sin arreglar nada. La diferencia estriba en que en este segundo caso, la dependencia sería a una sustancia recetada por un médico y por ello, a una sustancia que permitirá el lucro de unas cuantas empresas. Pero realmente no hemos arreglado nada.

Para ayudar a C, debemos ver sobre qué base se produce el consumo y tratar de cambiar esa base. Si se fuma para afrontar el malestar ante las relaciones sociales, hay que entrenar a la persona en habilidades sociales y permitir que poco a poco se reduzca el malestar mediante la práctica constante. Así, el porro llegará a hacerse innecesario y la persona no provocará tanto rechazo.

Si el problema es dormir, está claro que el cannabis puede servir de hipnótico, el problema es que una vez o dos o tres no pasa nada, pero si es constante y diario, ese consumo tampoco estará bien planteado, por lo que sería interesante empezar a plantear algo diferente para mejorar los patrones de sueño. Nuevamente aquí la psicología tiene herramientas claras para la intervención eficaz. Si hacemos innecesario ese o esos porros por la noche, el descanso será poco a poco más natural porque, aunque el cannabis es una sustancia natural, lo más natural es que nuestro cerebro produzca todo lo que precise para relajarse y no que tengamos que introducirlo desde fuera. Ojo, no hablamos desde el punto de vista de prohibición como puede ahora parecer, préstenos atención y en unas líneas comprenderá todo nuestro proceso de razonamiento.

Por ello, tenemos que conocer y analizar el para qué se utiliza el cannabis y plantearle a la persona llegar a ese mismo destino de otra manera, a ser posible desarrollando nuevas habilidades personales y recursos que siempre podrán ser utilizados por el sujeto. De hecho, no son pocas las voces autorizadas para señalar que es posible un uso razonable y adecuado (3)

Estamos convencidos que esos 5 a 13 porros diarios no son todos bien elegidos y no todos se disfrutan, pues algunos de ellos son consumidos para aplacar el malestar o intermediar en una situación de conflicto. En esos momentos, se traslada la responsabilidad de hacer algo al porro, mientras que la persona se hace cada vez más incapaz y limitada porque no se entrena en el día a día. Esta indefensión es la que tenemos que combatir y no el porro, porque si no fuera el porro, sería el alcohol, si no sería el juego, internet, etc… la adicción está reflejando el problema del individuo de tomar las riendas de su malestar. Es esto lo que precisa ayuda.

Ahora veamos a L., 31 años, que consume uno o dos porros al día por la tarde/ noche y que tiene un trabajo con exigencias intelectuales moderadas. En el caso de L., no hay problema alguno, pues esos porros los toma cuando ya ha cumplido con todas las responsabilidades que tiene durante el día.

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Puede estar perfectamente sin fumar un tiempo, aunque dice que su ocio está mediatizado por el cannabis y que aunque puede no fumar, le gusta hacerlo porque en parte es costumbre. En su trabajo no tiene demasiadas exigencias intelectuales, por lo que si está algo atontado algún día que ha fumado más la noche anterior se dedica a alguna otra actividad menos complicada y así va adaptándose.

Aunque no hay una dependencia ni abuso, el caso es que L. preferiría fumar menos pero el problema es que tiene pocas alternativas de ocio, ya que gusta de quedarse en su casa por las tardes leyendo o viendo la TV y dice que ahí poco puede hacer por cambiarlo.

Exponiéndole la posibilidad de abrirse a otras alternativas, se valora que en casa consumirá sin duda por lo que se le plantean actividades fuera de casa en las cuales pueda elegir si fuma o no. L. ha catalogado su patrón de consumo como de mal uso y por ello, de abuso, ya que sabe que esos dos porros son derivados de la costumbre y falta de alternativas y de que quiere eliminarlos. A la hora de plantear ese cambio, debe ser siempre el sujeto quien lo escoja y valore pros y contras a corto y largo plazo, de dejar de fumar o de seguir fumando como hasta el momento. Lo importante es que la persona entienda el consumo como algo que puede elegir y cambiar a voluntad, sólo que es necesario hacer el esfuerzo.

L. ha elegido pasar algo de malestar al quitarse la costumbre y ha pasado a no fumar entre semana para así aprovechar las tardes fuera de casa, reservando el consumo de cannabis para el fin de semana, donde tratará de disfrutar de esa elección.

Con J. tenemos una situación completamente distinta, ya que J. fuma unas cuatro veces al año y siempre en momentos concretos cuidadosamente elegidos. J. no señala problema alguno con este patrón de consumo y lo que señala es la impresionante utilidad que observa le trae el cannabis.

Elige siempre momentos en los que pueda estar tranquilo y sin tener que rendir en nada exigente, sin tener que comprometerse en uno o dos días con tareas complejas. Y siempre mantiene en mente que esto es un medio para un fin, que es una herramienta para ver las cosas desde otra perspectiva y por ello, lleva una hoja con los temas sobre los que le gustaría reflexionar.

Si aplicamos técnicas creativas en estas sesiones, se pueden obtener resultados cuanto menos, curiosos, tanto en un aspecto de crecimiento personal como en un aspecto terapéutico. Lo importante es que en este caso concreto, las personas que llegan de esta manera a conclusiones, saben que el cannabis ha sido simplemente una herramienta que nos ha permitido realizar un trabajo, como el martillo y la sierra bien usados son usados para crear un bonito mueble.

Por lo tanto, es el individuo quien debe elegir el tipo de uso o consumo que puede tener ante todo el abanico de sustancias que nuestro mundo nos proporciona. Abogamos por la responsabilidad de cada uno para usar adecuadamente toda herramienta, así como sugerimos a quien pueda estar teniendo problemas para cambiar algo que acuda a buscar un apoyo o ayuda profesional.

NOTAS:

  1. Potomanía, adicción al agua:

http://www.salud.com/salud-en-general/potomania-cuando-beber-agua-se-vuelve-adiccion-ii.asp

  1. Real Academia Española de la Lengua:

http://www.rae.es/

  1. http://sobredrogues.net/el-catedratico-de-farmacologia-de-la-upv-a-favor-del-cannabis

 

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