El cannabis y la paranoia colectiva e individual (I)

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Comenzamos con este capítulo una serie de reflexiones psicológicas sobre el sufrimiento humano. En nuestra sociedad se ha instaurado desde hace unos años una suerte de resignación que nos está obligando a hacer “sacrificios” en aras de no se sabe qué suerte de estado de bienestar. Como decían antes los periodistas deportivos… “peligro en El Molinón”

Por Aitor Jaén Sánchez, “Psicotar”

El sufrimiento humano nos invade, nos rodea, nos aniquila… es una plaga, de la que debemos huir, de la que nos tenemos que librar. Porque nosotros, los civilizados miembros del selecto grupo del primer mundo, tenemos que salir de este agujero provocado por la debacle financiera, por la crisis mundial macroeconómica que bla, bla, bla… y por eso debemos comprometernos en la lucha a brazo partido con la libertad y para ello debemos recortar lo que bla, bla, bla… muy a nuestro pesar… bla, bla, bla…

Si los discursos de los políticos fueran anuncios por palabras y los pagáramos los ciudadanos, íbamos a enterarnos muy bien de lo que es una crisis. La crisis es el miedo. Y el miedo es lo que nos limita, lo que nos quita la energía para vivir libres. El miedo es la moneda de cambio en estos momentos de turbulencias. Juegan con su miedo, con Usted.

No haremos de este capítulo una tribuna política, sino que haremos un vuelo rasante, en ocasiones en picado, sobre la concepción de la salud mental y de las formas en las que podemos lograr salir de las clasificaciones diagnósticas. Tengan bien presente algo que nos decía un estupendo profesor de psicopatología hace pocos años en la facultad… “lo gracioso de todos los sistemas de clasificación es que se basan en unos criterios tan poco científicos, que cualquiera de nosotros que se cabreara con un profesional podría salir escalfado con unas cuantas etiquetas diagnósticas”

Ante nuestros ojos abiertos como platos ante esa afirmación este señor, que hoy ocupa una posición elevadísima dentro de su profesión como psicólogo, nos contó otra anécdota que, lejos de tranquilizarnos, nos terminó de dejar anonadados. Era la anécdota relativa a la eliminación de la homosexualidad del manual de diagnóstico estadístico, el archiconocido DSM, en su tercera edición. Pues bien, la eliminación se hizo no basándose en escrupulosas pruebas, sino en una simple, jodida y patética votación a mano alzada. Vamos, en una suerte de opinión colectiva donde los valores personales (y no la ciencia) decidían. Científico total, ¿verdad?

Y con este contexto de referencia, ¿cómo se puede uno tomar en serio todo lo que diga el manual de diagnóstico que se ha convertido en una referencia mundial? ¿Nos podemos tomar en serio todo lo que venga de los USA? ¿Creen Ustedes en el prohibicionismo actual? ¿Conocen de dónde vino? Les sugiero consultar las notas para ver una recomendación bibliográfica que les ayudará a entender algo mejor este asunto (1)

El sufrimiento ha formado parte de nuestra historia como especie desde el inicio de los tiempos. Se han descubierto muestras de duelo entre otras especies de primates primas (valga la redundancia) de la nuestra. Incluso especies que no son primates demuestran tener un complejo sistema emocional en el que está incluida la experiencia de duelo ante la pérdida de seres cercanos. Cualquiera que haya convivido algo de tiempo con un perro sabe de lo que hablo.

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Este sufrimiento ha estado siempre al lado de todo lo demás, como algo consustancial al estar vivo. Pero ahora parece que se nos atasca un poquito. Tan poquito que nos hemos acostumbrado a perseguir un estado mental de bienestar constante y cuando llega el malestar hacemos lo imposible por intentar sacudírnoslo de encima como a una mala bicha. Y lo complicado de esa mala bicha es que es imposible sacudírsela sin que nos muerda y nos haga sufrir aún más de lo que estábamos sufriendo.

Es posible que Usted ya haya dejado de leer. En ese caso, estupendo, porque no vamos a hablar de cosas bonitas ni bucólicas. Ni siquiera de ese desarrollo personal que nos venden con tanta facilidad en miles de libros y artículos de autoayuda… no faltan títulos flagrantes que casi hacen daño a la vista: “¿Cómo evitar el estrés?”, “Vivir sin pánico: cómo controlar sus ataques de ansiedad”, “Automasaje para controlar tu ansiedad”

Quien parte de una premisa errónea acabará errando, aunque el proceso de razonamiento desde un punto de vista formal sea acertado. Por ello quizá, más que tratar de solucionar el problema que sale a la superficie, debamos indagar en la base que lo sostiene.

El sufrimiento es algo a rechazar, evitar, eliminar en la sociedad actual. Nos han vendido, y nos lo hemos tragado, la patraña del Estado del Bienestar. Ese Estado del Bienestar ahora hace aguas, revelando en su corta existencia (no ha llegado a 3 décadas) que no se puede ir contra la naturaleza sin tener problemas.

¿Por qué es ir contra la naturaleza el querer evitar los problemas? Sencillo: lo natural en esta vida es sufrir. Intentar no sufrir no es algo natural, sino mental. Lo mental es natural porque natural es el cerebro. Pero el problema es que la mente genera “mundos” alternativos que conforman una realidad diferente de la natural. Así pues, tendríamos que hablar de la realidad natural y la realidad subjetiva. En ambas rigen normas distintas y eso debemos tratar de aplicarlo a cada cosa que hagamos.

En la realidad natural hay algo que llamamos gravedad que hace que si tropezamos, nos caigamos y nos hagamos daño. En la realidad subjetiva yo puedo ilusionarme porque creo que la mirada de esa persona significa que le gusto y que por ello seré feliz a su lado para siempre. Piensen qué realidad es más real de las dos. Y con la respuesta, les diré que ambas le pueden hacer sufrir mucho.

Ya hace unas décadas que Abraham Maslow nos dijo a los seres humanos lo que necesitábamos para ser felices. En su famosa pirámide nos resumía de un plumazo lo esencial que el Hombre necesita como especie.

Su primer nivel es el de las necesidades corporales básicas: comer, dormir, orinar, defecar, transmitir los genes, etc. Este nivel está ampliamente cubierto en la sociedad actual. Como especie, son pocos los lugares donde la gente tenga que luchar por comer todos los días. Aunque en los días que corren haya gente de caza por la ciudad buscando la comida que otros tiran.

El segundo nivel nos habla de las necesidades de seguridad, no sólo seguridad física, sino de seguridad mental, aquella derivada de montarnos un futuro en nuestra mente que sea asequible y exento de malestar. Aquí es donde nuestra mente subjetiva empieza a eludir las normas de la mente natural, ya que no actuamos en un momento aquí-ahora, sino en un lugar que llamaremos allí-entonces. Esto es fuente de muchos problemas cuando por imaginar un mal futuro, dejamos de actuar adecuadamente en el aquí-ahora. Seguro que Usted podría contarnos algún ejemplo de alguna situación donde haya pasado por esto.

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El tercer nivel tiene que ver con las relaciones sociales. Son imprescindibles para desarrollarnos adecuadamente como personas y no podemos renunciar a ellas durante nuestros primeros años de vida como seres humanos porque moriríamos. Para ser humano, hay que vivir entre humanos, es una verdad absoluta. Ahora bien, esto de vivir con los demás como referencia es inevitable en los primeros años de vida y se supone, sólo se supone, que deberíamos liberarnos de ese estilo al llegar a la adolescencia. Pero siempre puede quedar algo ahí atascado y salir en momentos de crisis, como vimos en el anterior número de CM.

El cuarto nivel se nutre irremediablemente del tercero, ya que llegamos al escalón de la autoestima y del autoconcepto. Para que nos entendamos, la autoestima es una palabra que ha servido para que la gente se automachaque sistemáticamente y para que muchos aprovechaos se forren vendiendo libros con la excusa perfecta. Es una simple palabra, una simple etiqueta. Algo para intentar captar o encerrar un conjunto de sensaciones de uno mismo que ni uno mismo sabe qué narices son. Para resumirlo y hacerlo más manejable, autoconcepto será aquello que podamos describir o sentir de nosotros mismos y que nunca cambia, es lo que vemos de nosotros mismos. La autoestima será cómo valoramos lo que somos. El autoconcepto es la foto y la autoestima cómo valoramos y vemos esa foto.

El problema de la autoestima ya lo abordamos en otro contexto y lugar, al que os animamos a remar para profundizar en una de las mayores trampas y patrañas de la sociedad del supuesto bienestar en la que nos están obligando a malvivir (2)

El último nivel, el súmmum, la cumbre… es la autoactualización, la autorrealización… el más alto desarrollo del potencial del ser humano… ¿o no? Pues viendo los datos de enfermedades y salud mental, va a ser que no, que no sólo no estamos más sanos, sino que vamos de mal en peor. Y eso lo digo sin analizar detalladamente las agoreras cifras que se manejan de aquí a unos años ya que si las hacemos caso, estaremos todos majaras en poco tiempo.

El caso es que tenemos muchísimo más que cualquiera de nuestros antepasados, incluidos nuestros padres y de ahí para atrás. Más recursos, más opciones, más libertad, más consciencia… y sin embargo, nos falta algo como sociedad. No estamos bien.

Y creo que en algún momento se ha torcido el asunto lo suficiente como para generar una epidemia de trastornos mentales que, si hacemos caso a los datos, es tremenda (3)

En un mundo cómodo nos hemos acomodado excesivamente. La razón es simple, TODO o casi todo está pensado para generar el bienestar, para buscar la felicidad y para evitar el sufrimiento. Y ahí es donde comienzan los problemas cuando nuestros sistemas de valores nos dicen que no debemos sufrir, que debemos ser felices, porque esto de ser feliz es sinónimo de estar bien y eso de estar bien es algo que nos venden como objetivo a alcanzar.

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El problema es cuando por lo que sea no podemos estar bien. Porque nos quedamos fuera de juego y podemos ser expulsados. Y eso nos genera ansiedad.

Como sociedad, hemos acabado creyéndonos que el sufrimiento quedará lejos, que podremos evitarlo o gestionarlo cuando llegue, pero la verdad es que no hacen más que aumentar los problemas.

Hay ideas nefastas para nuestra libertad. Creo que una de ellas es la idea de que para ser felices debemos estar libres de dolor y sufrimiento, sin problemas ni preocupaciones y, por supuesto, debemos poseer cosas, tener dinero, relacionarnos bien… estar en la onda.

Sentirse bien se considera normal. Estar fastidiado es lo contrapuesto y por ello se siente como algo anormal. O sea, que venimos a un mundo donde nos espera la muerte y tenemos que generar la idea de que vamos a ser felices sin aceptar el sufrimiento de vivir… no lo acabo de pillar.

No he oído a mucha gente decirme que “se siente mal, pero que está bien” Y realmente es posible esto, lo de sentirse mal y llegar a ser consciente de que se puede estar bien. Se puede si uno hace el trabajo preciso para ello, si hace los deberes. Esos deberes ya se han comentado alguna vez por aquí, pero los plantearemos de otra manera para aumentar la probabilidad de acertar para que Usted, querido amigo, pueda dar con su clave para hacerlo.

A la hora de pensar si lo que le pasa está bien o mal, intente verlo desde la óptica de este aforismo… “no es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma” (4)

El dolor durante la vida será inevitable y es muy necesario. Tratar de evitarlo o camuflarlo bajo los efectos de una medicación, una droga, un vicio, una conducta compulsiva, etc., sólo funcionará durante un corto periodo de tiempo. A largo plazo, podrá ser peor el remedio que el padecimiento.

La mente debe «asumir» el cambio, debemos empezar a vivir sin aquello que hemos perdido, sea esto una persona, un trabajo, un objeto querido, etc.

Realmente la «mente de duelo» es un estado muy útil de realismo, ya que la persona en esta situación se ancla a la realidad de la pérdida, de la necesidad del cambio, y revisa todo su sistema de creencias sobre el mundo, pudiendo llegar a tomar consciencia de lo corta e implacable que es la vida y lo importante que es luchar por lo que estimamos merece la pena.

Ese realismo algo negativo se basa en el presente, donde la atención ya no puede escaparse y se presenta con toda su energía y fuerza. El problema es que se vive de una manera dolorosa y negativa, manera de la que uno pretende librarse con celeridad. Pero quien acepta pasar por este proceso y aprende a mantener la atención al presente, al salir logrará un entrenamiento en realismo que le ayudará en su vida futura.


El proceso de liberarse del dolor, sólo finaliza a través del mismo. Porque nadie puede abandonar un lugar hasta que ha llegado al mismo.

Nos despedimos hasta la próxima… salud y ¡buen viaje!

¡Salve sclave!

 

NOTAS:

 1-    Antonio Escohotado. Historia general de las drogas. (1999) Espasa-Calpe

2-    La autoestima como trampa psicológica:

www.lasbatallasdelamente.blogspot.com

 3-      Datos espeluznantes que deberían hacernos reflexionar seriamente:

http://www.infocop.es/view_article.asp?id=2194

http://www.papelesdelpsicologo.es/pdf/1610.pdf

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/06/14/neurociencia/1339689891.html

 http://www.elmundo.es/accesible/elmundomotor/2013/04/08/conductores/1365424211.html

4-      http://es.wikiquote.org/wiki/Jiddu_Krishnamurti

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