El presente artículo es el sumario de la investigación llevada a cabo por el autor para confirmar o desmentir la veracidad de una serie de recientes testimonios que, tanto en Internet como en la calle, vienen a afirmar que en el pasado estaba relativamente extendido el consumo de momias con fines psicoactivos.
A finales del último verano, el redactor jefe de esta revista, Raúl del Pino, volvió a ponerse en contacto conmigo vía telefónica:
– ¿Qué tal, homosexual?
– Se ha equivocado.
– Ah… pe… peeer… done…
– Jaaaaaaaaaaaaaaa priiiiiiiingui, ¡has picado!
– ¡Qué capullo! No, si ya me…
– Venga, venga, menos rollos. ¿Qué querías, querido?
– Nada, te llamaba por una cosa de curro. Es que el otro día me comentaron que antes la peña fumaba momias para colocarse. Así que, bueno, ya sabes…
– Ya sé, ¿qué, Raúl? Te juro que no lo pillo.
– Pues que quería que investigaras el asunto.
– Ah, ¡coño! Que me estás encargando otro caso. Disculpa, no sé en qué estaría pensando. OK. OK. A ver qué encuentro en Google.
– No, killo, esta vez quiero hacerte un regalito por lo bien que te curraste la otra investigación… Te vas a Atacama. He conseguido unos billetes baratos…
– ¡¡¡Non fotis, tío!!! ¿Lo dices en serio?
– Ahhhhhhhh pringaooooooooooooo, ¡has picado!
– ¡Pero qué hijo de Dios!
– Ja, ja, ja… Venga, va, te miras el asunto ese, ¿vale? Ja, ja, ja. Clic.
La madre que… pero, ¿cómo puedo ser tan pardillo? Y, por otro lado, ¿a este tío qué le habrá dado? Caníbales, zombis, momias… que esto es el Cannabis Magazine, cojones, no Cuarto Milenio. En fin, al tajo. Vídeo de YouTube al canto para ver qué dice el Iker Jiménez, y así vamos entrando en materia. A ver, a ver, qué hay… las momias de la cripta, las momias del pantano, las momias descuartizadas, las momias del terror, la niña momia de Cádiz, las momias malditas de Cuenca… Aaaa haha… Espera un momento que llame por teléfono a éste…
Riiiing
Riiiing
– ¿Si?
– Oye, Raúl, que soy Eduardo.
– Dime, tío, ¿qué pasa?
– Nada, que me he enterado de que en Cádiz hay momias y estaba pensando que igual ahí si me podíais mandar, ¿no?
– Buaaaaaaaa, qué malo… No pico. Cúrratelo mejor, chavalote. Clic.
Seeerá… Pues mira, ahora soy yo el que no quiere ir. Me quedo aquí tranquilamente a ver el video conquense y tan contento. No se hable más. Play:
Friker: «Bla, bla, bla… Da la impresión de que, quien se mete en este mundo de las momias -y voy a decirlo muy claramente- queda como hechizado o bajo su influjo».
¡No jodas! Menos mal que no he ido a Cuenca, que ya tengo bastante con haberme metido en el submundo de las drogas como para ahora quedarme además hechizado con el ultramundo de los muertos. ¿Sabes lo que te digo? Que ni siquiera voy a seguir viendo más cosas de estas, que sólo falta que salga el Cabrera y entonces sí que no pego ojo en toda la noche. Así que cambio de tercio y vuelta a los foros de drogatas de toda la vida, que ahí me muevo como pez en el agua, sin miedo y con soltura, porque más hondo ya no puedo caer.
Bueno, a ver qué cuentan los coleguis por la Red…
Pijamasurf:
«Fumando faraones: el uso de momias como drogas.
Por varios siglos en Europa la práctica de usar momias como una droga milagrosa estuvo ampliamente difundida; trazos de una psicodinámica en el consumo de cuerpos momificados.
Hace un par de siglos un hombre podía llegar con su “dulce boticario”, como Shakespear llamaba a los dealers, y pedir un poco de momia para consumirla en casa y obtener múltiples beneficios. Mind Hacks nos comparte un artículo del Proceedings of the Royal Society of Medicine que documenta el uso de momia como una droga desde el siglo 12 al siglo 18, por lo menos. […]
Todo esto podría relacionarse, aunque algo alargadamente, con el hecho de que el cerebro humano produce naturalmente la sustancia psicodélica análoga a la serotonina, el DMT».
Lisergia.org:
Comentarios que se hacen eco de la noticia:
«Sobre el articulo no opino, pq tengo k decir k no lo he leído todo, solo por encima, pero ahora estoy en busca de una momia pa probar :-DDDD jejejeje (tendré k hacer una visita a algún museo jajajaja) saludos!
– Audrey».
«Ostia, qué bueno, macho… “Dulces boticarios”. Ja, ja, este Shakespeare… La verdad que es muy curioso… pero lo de momificar para vender en el mercado negro ya es pasarse. Además, creo que no se sabe cómo momificaban los egipcios a los difuntos, lo que muy seguramente si las momias eran egipcias tomaron loto. Pero fumar muerto tiene que dar cosilla… Siempre me pareció muy misteriosa e interesante la alquimia, me gustaría leer algún antiguo libro sobre ella…
– Psicoactivo»
«Te imaginas yendo a piyar?
– Juan-oxa»
Hmmm, lo imaginaba… Sabía que los colegas ya estarían al tanto de la movida, si es que no se les escapa una. Ahora bien, ojo al dato… que el único que hace mención directa a lo que se cuenta en el artículo dice claramente que no se lo ha leído todo, sólo por encima (vamos, que ni lo ha mirado). De modo que mejor tomémonos la insufrible molestia de consultar el texto original.
A ver, se trata, en efecto, de un artículo publicado en 1927 en la revista Proceedings of The Royal Society of Medicine, y titulado “Mummy as a drug”. En él se dice, ciertamente, que, desde la Edad Media y a lo largo de varios siglos, las momias fueron un importante artículo en el stock de los boticarios. No obstante, el autor del documento (Warren R. Dawson) pone todo su empeño en aclararnos que las propiedades atribuidas a estos peculiares objetos realmente no serían tales, puesto que el consumo de momias tendría su origen en algo así como un error lingüístico, terminológico, conceptual o todas las cosas a la vez e incluso alguna más. A ver cómo se lo explicamos en diez simples pasos:
1 – En la antigüedad, el betún del Mar Muerto y de otros lugares como Babilonia gozó de gran popularidad a modo de remedio para un sinfín de dolencias (cataratas, lepra, disentería…).
2 – La palabra “momia” deriva del persa “mumiya”, término que originariamente significaba “cera”, pero que también era empleado para designar al betún natural obtenido de las montañas locales. Más adelante, el vocablo “mummia” fue adoptado por los árabes, que lo utilizaron específicamente para denominar al betún.
3 – Cuando los árabes conquistaron Egipto, emplearon también el término “mummia” para referirse a los cuerpos embalsamados, puesto que pensaban que habían sido tratados con betún (probablemente debido a que muchos de estos cuerpos tienen una apariencia negra y lustrosa que puede recordar a este producto). De modo que, el vocablo terminó por aplicarse no sólo a la sustancia con la que los cuerpos eran embalsamados sino también a los cuerpos en sí, es decir a las momias.
4 – Al tomar prestado el sustantivo que las denominaba –mummia-, las momias adquirieron también las propiedades del betún, en tanto en cuanto habían sido fabricadas con él y, por tanto, eso es lo que, en última instancia, venían a ser: betún.
5 – El conocimiento de las bondades del betún pasó de los griegos, de los romanos y de las antiguas culturas orientales a Europa, cuyos boticarios hace más de mil años que lo importaban como remedio curalotodo.
6 – En el siglo XII algunos comerciantes de Alejandría empezaron a exportar momias egipcias molidas como una variedad, o presentación más, de betún.
7 – Con el tiempo se alentó y promovió la creencia de que la mummia –es decir, el betún- no era eficaz, a no ser que proviniese de un cuerpo humano, en otras palabras, de una momia.
8 – La demanda de momias egipcias se multiplicó exponencialmente, hasta que el gobierno local tomó cartas en el asunto y prohibió este tráfico de cadáveres.
9 – Los proveedores buscaron entonces otras alternativas para satisfacer la demanda: enterramientos procedentes de Libia, momias guanches de las Islas Canarias… y más adelante, según fue agotándose el suministro, cuerpos de esclavos, delincuentes ajusticiados, etc., debidamente desecados y condimentados. Hasta que, finalmente, cualquier tipo de carne animal terminó por ser susceptible de ser convertida en “mummia”.
10 – El caso, a pesar de todo este follón, o para liarlo aún más, es que el proceso de embalsamamiento en Egipto no se realizaba con betún, sino con resinas que en nada se le asemejaban. De modo que, siendo las propiedades de las momias las propiedades del betún, sólo cabe concluir que ni eran tales ni eran ninguna más allá que aquellas que la credulidad y la estupidez humanas les quisieran otorgar.
Esto es, en resumidas cuentas, lo que se dice en el artículo y lo que cualquiera puede entender si se toma la molestia de leerlo.
La cuestión, de todos modos, no termina aquí, pues lo cierto es que a las momias les fueron otorgadas muchísimas virtudes y durante muchísimo tiempo (impresiona constatar que aún en el año 1908 la compañía E. Merck ofrecía en su catálogo «auténtica momia egipcia a 17 marcos el kilo mientras duren las existencias»). El caso es que dichas virtudes -ya fuesen falsas y fruto de la credulidad popular, o verdaderas y derivadas, bien de méritos propios, o de los méritos del betún (puesto que buceando un rato por Internet es imposible dilucidar certeramente si los egipcios lo empleaban o no en el embalsamamiento, aunque parece que va a ser que no)- hacían invariablemente alusión al tratamiento de dolencias médicas: epilepsia, abscesos, fracturas, parálisis, migrañas, tos, palpitaciones, molestias estomacales, nauseas, úlceras, hemorragias, problemas hepáticos, quemaduras, envenenamientos… Bueno, invariablemente tampoco, ya que, como no podía ser de otra manera –y volvemos al tema de la credulidad popular-, también se daban usos mágicos como, por ejemplo, los destinados a reconciliar parejas mal avenidas untando a uno de sus miembros con un poco de pomada de momia (vamos, los amarres de toda la vida y cosas parecidas que otros consiguen cociendo pelo de gato y ancas de rana, o poniendo un clavo y un limón debajo de la almohada del ser odiado, amado, o ambas cosas). En otras palabras, que en ningún momento se hace alusión alguna a propiedades psicoactivas –y mira que ya es raro, si es que las tuvieran, por mínimas que fueran-; y es que, aquí está la clave de todo, cuando en los textos anglosajones mencionan el uso de momias “as a drug”, están haciendo referencia al empleo de momias como medicamento, puesto que, en inglés, “drug” significa tanto droga como medicina (joder, es que, a estas alturas, hasta da vergüenza aclararlo).
De modo que, llegados a este punto, estamos en disposición de concluir que las supuestas propiedades psicoactivas de las momias de las que se han venido hablando últimamente en las webs, en los foros y en la calle, no son sino el resultado de la columpiada de algunos lectores hispanohablantes que, al leer por encima un artículo en inglés que hablaba del antiguo uso de “mummys” (momias) “as a drug” (como medicamento), concluyeron, entusiasmados, que el consumo de cuerpos embalsamados proporcionaba experiencias psicoactivas. Y de ahí, a explicar su posible fundamentación farmacológica: que si la DMT, que si el loto…
¡La madre que nos parió! Y luego nos quejamos de Friker Jiménez… Esperad a que las cosas se normalicen un poco y ya veréis la de chorradas y descuelgues con los que acabaremos entreteniendo al personal gracias a programas al uso, pero específicos, de temática drogota. Material no nos va a faltar; el título nos viene dado (El cuarto gramo), y para dirigir y presentar el cotarro, pues de cajón: el Agustín, la Belén y el Raúl, que, con eso de dirigir la revista y montar ferias aquí, allá y acullá, ya están más que curtidos en estas lides.
Lo que me voy a reír con el programa, y seguramente con lo que de aquí a unos años pasará a convertirse en otro imperecedero mito psiconáutico; porque, seamos sinceros, lo que en estas páginas se haya dicho de muy poco o de nada servirá para contrarrestar y frenar la más que esperable propagación online y no-online del cuento chino de que fumar faraones coloca porque contienen DMT.