Las borracheras se consideraron modelo de estupefacción o embotamiento espiritual. El tema de la templanza por ley fue planteado por Esquilo y otros trágicos griegos, cuyas obras se han perdido, y para cuando esos dramas estaban representándose los ritos orgiásticos de Baco-Dioniso eran en Atenas un culto no ya autorizado sino oficial, que cada año abarcaba varias semanas de fiestas públicas.
El dios del vino: Dioniso
Dioniso es el dios tracio del vino, representando no sólo su poder tóxico sino también sus influencias sociales y beneficiosas. Es considerado promotor de la civilización, legislador y amante de la paz, así como dios protector de la agricultura y el teatro. Dioniso era también conocido como Baco, nombre con el que fue asimilado en la mitología romana, anulando y confundiéndose con el antiguo dios itálico Liber Pater.
Dioniso es un dios de ritos religiosos mistéricos, como los practicados en honor de Deméter y Perséfone en Eleusis, cerca de Atenas. En los misterios tracios, Dioniso lleva el «bassaris» o piel de zorro, simbolizando la nueva vida. Sus propios ritos, los misterios dionisíacos, eran los más secretos de todos. Muchos investigadores creen que Dioniso es un sincretismo de una deidad griega local de la naturaleza y un dios más poderoso de Tracia o Frigia como Sabacio. El toro, la serpiente, la hiedra y el vino son los signos de la característica atmósfera dionísica. Además de la parra y su alter ego salvaje estéril, la hiedra venenosa, estaba también a él consagrada la higuera. Cuando Dioniso creció, descubrió la cultura del vino y la forma de extraer su precioso jugo y fermentarlo. La leyenda cuenta que Dioniso se encontró con un frágil tallo de parra, sin sarmientos, racimos o fruto alguno. Le gustó, y decidió hacer algo para preservarlo. En primer lugar, lo introdujo en un huesecillo de pájaro. Tan a gusto se encontró el tallo, que siguió creciendo. Fue entonces cuando tuvo que trasplantarlo al interior de un hueso de león. Posteriormente, hubo de pasarlo a un hueso de asno, de mayor tamaño. Al tiempo, el tallo se convirtió en una parra y dio su fruto. Entonces descubrió Dioniso las propiedades de su zumo fermentado. Por la anterior génesis del tallo se interpretan los estados que infunde el vino al bebedor. Si bebe con moderación, éste se encontrará alegre y fuerte, como un pájaro y como un león, respectivamente. Pero, en caso de superar cierta cantidad, y de que esto suceda asiduamente, el bebedor se volverá tonto, como un asno.
La diosa Hera hizo que se volviese loco y le empujó a vagar por diversas partes de la tierra. En Frigia la diosa Cibeles le curó y le enseñó sus ritos religiosos, y así emprendió su recorrido por Asia enseñando a la gente el cultivo del vino. La parte más famosa de sus viajes es su expedición a la India, que se dice que duró varios años. Volvió triunfante y asumió la introducción de su culto en Grecia, pero se le opusieron algunos príncipes que temían los desórdenes y la locura que éste acarreaba.
Pero Dioniso era un dios planta, culto transicional entre lo arcaico y lo civilizado, cuya consolidación no podía eludir problemas con las exigencias civilizadoras. Si en el siglo V a. C. la oficialización y ritualización de sus «misterios» ha moderado el matiz explosivo de las ceremonias, Eurípides conoce por sus viajes a Macedonia la violencia que pueda caracterizar dichas celebraciones cuando entran en colisión con la ley. Narra por eso en forma de parábola las vicisitudes que acompañan la aparición, persecución y triunfo final del vino, «ese phármakon único para inducir el sueño vino y el olvido de las penas cotidianas, que se vierte en libación para los dioses y es en sí un dios. Su tratamiento entrelaza con fluidez una cuestión teológica, un hecho histórico como la difusión comercial de alcoholes no destilados y el complejo cuadro de motivos y contramotivos que evoca cualquier «ley seca».
El consumo de vino en Grecia
Desde el periodo micénico (1600- 1100 a.C.) El vino griego se exportaba a Egipto, Siria y Sicilia. Desde el año 1.000 a.C. los griegos llamaban a la actual Italia “País de los vinos”. Las referencias de Homero sobre el envejecimiento del vino en vasijas de madera aparecen en torno al siglo VIII a. C. Y desde muy antiguo se conocen los efectos del vino.
Los griegos acostumbraban a beber el vino aguado, y cuando no era así caían en estados de enorme embriaguez. La literatura griega menciona vinos tan fuertes que podían ser diluidos en veinte partes de agua, y que requerían por lo menos ocho partes para beberse sin riesgo de enfermedad o muerte. Bastaban tres copas pequeñas de vino diluido para que el sujeto quedase al borde del delirio, y cuando se celebraba un banquete la bebida era regulada por un maestro de ceremonias, encargado de determinar el grado de embriaguez aconsejable. Considerando que los griegos no sabían destilar, y que la fermentación natural de la uva nunca puede superar los 14°, parece posible que los vinos antiguos no siempre contuvieran mosto fermentado como única sustancia embriagadora, sino algunos ingredientes vegetales más, cuyas recetas originales provendrían de Egipto. No sirve como dato en contrario alegar que las cráteras utilizadas en los banquetes tuvieran cabida para un litro; precisamente eso indica una dilución sistemática de la bebida.
Por ejemplo, los poemas de Arquíloco aparecen caracterizados como una composición que alude a la borrachera. En el fragmento “105 West” se explica que a causa de los efectos del alcohol, Glauco está perturbado o excitado sexualmente y cree percibir un amante que le incita. Arquíloco, el constante consejero de Glauco, se da cuenta de la vanidad de la visión de éste y le advierte del susto que se llevará súbitamente si intenta ir más lejos y llevar a cabo sus imaginaciones.
La bebida es una parte importante del banquete. En la poesía de Arquíloco se incluyen composiciones sobre los efectos del vino, que jugaba un papel tan primordial en las comilonas festivas. A causa de la borrachera, Glauco, un compañero de Arquíloco al cual están destinados distintos poemas exhortativos de tipo obsceno, es incapaz de distinguir la realidad. Sus ojos están nublados o perturbados a causa de la continua ingestión de vino. Por esta razón, Glauco ve una oportunidad de realizar el acto sexual cuando en realidad es imposible: ve un falo erecto que no existe y es sólo un espejismo.
Arquíloco advierte a su amigo de la falsedad de la visión. Si Glauco intenta acercarse al supuesto, encontrará solamente un fantasma, y será víctima del pánico cuando pasen los efectos del vino. Como demuestra la experiencia común, el vino hace a la gente más atrevida.
Efectos del vino
En el Banquete de Platón, la borrachera está en la base de importantes efectos perniciosos, tales como pérdida de memoria y confusión de personas; así, Sócrates pasa desapercibido a un Alcibíades completamente borracho. Por otra parte, la reflexión teórica sobre la borrachera también parece enfatizar sus efectos excitantes y confusivos.
También Ateneo constata que el vino está unido inseparablemente a las visiones borrosas: incluso la col es incapaz de evitar sus efectos. Alceo de Mitilene, poeta griego de la Antigüedad, natural de Mitilene, ciudad de la isla de Lesbos (630 a.C. – 580 a.C.). Fue contemporáneo y presunto amor de la poetisa Safo, con quien intercambiaba poemas. Era miembro de la clase aristocrática gobernante de Mitilene, la principal ciudad de la isla de Lesbos, en la cual se vio inmerso a lo largo de su vida en conflictos políticos y disputas internas. Por motivos políticos tuvo que abandonar la isla. Sus poemas tratan acerca de varios temas: himnos a los dioses; comentarios políticos o militares, y por último canciones de amor y canciones báquicas. El considerable número de fragmentos existente, y las traducciones de Alceo al latín hechas por Horacio pueden ayudarnos para forjarnos una libre idea del carácter de sus poemas.
Alceo escribe:
Ante los reveses no hay que rendir el ánimo,/ que con desánimo, Bikis, no sacaremos nada en limpio;/ y no hay mejor medicina que nos traigan el vino/ y nos emborrachemos (Alceo 335). /¡Arriba las copas enormes decoradas!/ Que el hijo de Zeus, de Sémele, el vino dio a los hombres/ para olvidar las penas (Alceo 346).
El poeta del amor y el vino
Anacreonte (572.C. y 485 a.C.) es un poeta griego nacido en la ciudad jonia situada en la costa de Asia Menor jónica de Teos, en Asia Menor. Puede ser considerado como el primer poeta de corte ya que vivió en Samos en la corte del tirano Polícrates, pero al ser éste asesinado se fue a Temas a servir a otro tirano, Hipias, que sufrió la misma suerte. Su lírica, de tono hedonista, refinado y decadente, canta los placeres del amor y el vino, y rechaza la guerra y el tormento de la vejez. Ha pasado a la posteridad como el poeta de los banquetes. Por su concepción de la vida y el placer ganó fama de viejo lascivo y borracho. Anacreonte escribe:
«Venga ya, muchacho, tráenos la copa que de un trago la apuro. Échale diez cazos de agua y cinco de vino, para que sin excesos otra vez celebre la fiesta de Dioniso». «Dadme la lira de Homero, pero sin cuerdas teñidas de sangre; traedme las copas sobre las cuales reine la ley del festín; traédmelas; mezclaré en ellas el vino, siguiendo las reglas consagradas; quiero embriagarme, bailar y loquear un rato; quiero entonar el canto báquico sobre la lira con mi voz más fuerte. Dadme la lira de Homero, pero sin sus cuerdas manchadas de sangre… Ea, muchacho, tráenos una jarra para bebérnosla de un trago sirviéndonos diez medidas de agua y de vino cinco cazos para que yo pueda otra vez divertirme sin barbarie. Ea, otra vez, no sigamos de este modo, entre estrépito y gritos bebiendo como los escitas, sino entre bellos cantos bebiendo con moderación». Estos poetas cantaron al vino como vehículo de iluminación artística, y entre los autores dramáticos la situación era bastante similar: Por ejemplo, encontramos el caso de Sófocles.
Los dramaturgos griegos
Sófocles (495 a.C. – 406 a.C.) fue un poeta trágico de la Antigua Grecia. Autor de obras como Antígona o Edipo Rey, se sitúa entre las figuras más destacadas de la tragedia griega. El historiador Ateneo nos narra que Sófocles amó a los muchachos igual que Eurípides amó a las mujeres. El poeta Ion de Quios nos cuenta que:
«Conocí a Sófocles en Quíos cuando era estratega e iba de camino a Lesbos. Era un hombre diestro a quien gustaba agradar en el banquete. Hermesilao era su amigo y el anfitrión oficial de los atenienses. El joven que servía el vino estaba junto a la chimenea, guapo y ruboroso. Sófocles, visiblemente conmovido, le preguntó: «¿Quieres que beba con gozo?» Asintió. «Pues, cuando me sirvas la copa y la retires, hazlo con calma». El joven se sonrojó aún más. Sófocles hizo notar al visitante que yacía a su lado: «Cuán hermosas son la líneas de Frinico. En sus mejillas púrpuras, resplandece la luz del amor».
Esquilo (Eleusis, 525 a.C – Gela, 456 a.C.) fue otro dramaturgo griego. Predecesor de Sófocles y Eurípides es considerado como el creador de la tragedia griega. Pertenecía a una noble y rica familia de terratenientes. Esquilo, en una tragedia perdida por el tiempo, cuenta a Dioniso ya adulto y perpetrando personalmente la venganza. Sucedió así: Licurgo captura a las bacantes y los sátiros del cortejo. No obstante las bacantes se salvan milagrosamente de sus cadenas, y Licurgo enloquece. En pleno trance, creyendo que Driante, su hijo, era un pie de vid, lo mata a hachazos. Consumado el crimen, recobra la razón. Pero su imprudencia extiende la esterilidad por todas sus tierras. El oráculo indica a los habitantes que descuartizando a Licurgo obtendrían de nuevo la fecundidad perdida. Fue en el monte Pangeo donde, atado a cuatro caballos por las manos y los pies, despedazan al rey. ¿La alegoría refiere la necesidad de podar los sarmientos de las vides?
Epicarmo fue un comediógrafo griego nacido en Sicilia hacia el 550 a.C.-460 a.C. Autor de parodias mitológicas, posiblemente introdujera varios personajes tipo, como el parásito, el visitante o el filósofo, y un escritor antiguo afirma que fue el primero en subir al escenario a un borracho. Epicarmo consideraba la lírica incompatible con la sobriedad.
Semónides de Amorgos, nacido en la isla jonia de Samos, VII-VI a. C., poeta griego, considerado junto con Arquíloco creador de la sátira griega. Era misógino y borracho. Muchos poetas griegos desafiaban a los abstemios a brindar con la copa de la «autenticidad» en honor de poetas «viriles» como Homero, declarando su horror hacia los fríos y amanerados bebedores de agua.
El vino como cura
Había dos tradiciones principales: una sostenía que tras ser derrotado por Hera el dios de la vid se había vengado con la invención de los transportes báquicos y a las danzas delirantes, otorgando el vino al hombre para enloquecerle. Otra defendía sus virtudes en distintos campos, desde la obtención de éxtasis hasta finalidades menos religiosas, pero sí éticas y hasta terapéuticas: «Los dioses dieron a conocer el vino a los mortales como el mayor bien para quienes lo toman con sensatez, y para los que lo hacen desordenadamente, lo contrario. En efecto, a quienes lo consumen les proporciona alimento y vigor a sus almas y sus cuerpos. Así mismo, como cosa utilísima en medicina, pues se mezcla con los fármacos débiles y proporciona socorro a los heridos; en las reuniones de todos los días, a quienes lo beben con moderación y mezclado, buen humor; en cambio, si te excedes, insolencia. Si te lo tomas mitad y mitad, provoca delirio; si puro, parálisis de los cuerpos. Por eso también se llama a Dioniso por doquier «Médico» (Escohotado, 1999).
Hipócrates afirmaba que «el vino es cosa admirablemente apropiada para el hombre, tanto en el estado de salud como en el de enfermedad, si se le administra oportunamente y con justa medida, según la constitución individual».
En las Leyes proponen:
«Empezaremos haciendo una ley que prohíba a los jóvenes probar el vino hasta la mayoría de edad de dieciocho años […] y hasta los treinta años nuestra ley prescribirá que el hombre pruebe el vino con mesura, aunque absteniéndose radicalmente de embriagarse bebiendo en exceso. Luego, una vez alcanzada la cuarentena, nuestra ley permitirá en los banquetes invocar a todos los dioses y, va de suyo, una especial invocación dirigida a Dioniso en vista de ese vino que, a la vez sacramento y diversión para los hombres de edad, les ha sido otorgado por el dios como un remedio (phármakon) para el rigor de la vejez, para rejuvenecemos, haciendo que el olvido de lo que aflige al anciano descargue su alma de la rudeza que la caracteriza y le preste más jovialidad, tal como sumergiendo el hierro en el agua lo hacemos maleable y más fácil de trabajar».
Bibliografía
Escohotado, A. Historia general de las drogas, Espasa Forum, Madrid (1999)
Sastre-Perry, R. El dios que viene: Misterios Dionysian reclamados. Nueva York: Algora, 2003.
Vernant, J-P. ; y P. Vidal-Naquet. Mito y tragedia en Grecia antigua. Nueva York: Zone, 1988
Wasson, R.G.; A. Hofmann, y C. Ruck. El camino a Eleusis: Revelación del secreto de los misterios. Los Ángeles: Hermes, 1998