El TIHKAL de Shulgin: Flashbacks

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En las últimas entregas estoy ofreciendo en Cannabis Magazine, en exclusiva, algunos de los capítulos más interesantes o importantes de los dos libros de Shulgin, PIHKAL y TIHKAL, inéditos en nuestro idioma.

Y no podía pasar por alto el capítulo 13 de TIHKAL, titulado Flashbacks y relacionado con la LSD y la política del gobierno estadounidense, del que hemos colgado un breve resumen en la página web del Proyecto Shulgin en Español (http://www.shulgin.es).

 Los lectores ya sabrán que proseguimos nuestra tarea de traducir al español los libros PIHKAL y TIHKAL; una labor que, además de constituir un gran acontecimiento por el enorme aporte de información, creada por la mente del genial Alexander Shulgin, que recibirá nuestro idioma sobre diversas temáticas –psicofarmacología, historia de la misma y química-, también hará posible que lean estas dos grandes obras los hispanohablantes que no tienen el nivel necesario de inglés para entender los originales. Además de la dirección web citada, los lectores pueden informarse sobre nuestro trabajo en nuestro grupo Facebook http://www.facebook.com/librosdeshulgin.  De momento, el ritmo de traducción es adecuado, y creemos que en las primeras semanas del nuevo año iniciaremos la campaña de crowdfunding que permitirá a los amantes de la buena literatura drogófila y psiconáutica hacerse con los dos libros, una oportunidad que quizá sea única, ya que será difícil que encarguemos una segunda impresión. Dejémonos ya de presentaciones y cedamos la palabra a Shulgin.

En San Francisco se celebró una conferencia, más o menos a mediados de diciembre de 1991, para hablar sobre el tema de la LSD. Fue organizada por la DEA estadounidense (la agencia antidroga del gobierno), y se enviaron invitaciones no sólo a parte del personal de la agencia, sino también a una serie de funcionarios de varias organizaciones policiales de todo el mundo. Hubo invitados procedentes de Holanda, Gran Bretaña y Australia, entre otros países. Acudieron unas doscientas personas y duró dos días. El organizador oficial fue el Sr. Robert C. Bonner, que en ese momento era jefe en funciones de la DEA. Y como muchos oficiales creían que la mayoría de la producción mundial de LSD se llevaba en realidad a cabo en el Área de la Bahía de San Francisco, ¿qué mejor lugar que San Francisco para organizar una conferencia donde analizar los problemas relacionados con la LSD?

Algún tiempo antes de que empezase la conferencia, escuché el rumor de que probablemente se me invitaría para exponer parte de su historia, así como el material de referencia sobre el origen y los primeros usos de la droga. Recibí una invitación impresa aproximadamente un mes antes de la conferencia, procedente de alguien en Washington a quien yo no conocía en persona. Sin embargo, mi libro PIHKAL acababa de salir y preveía posibles problemas, no para mí necesariamente, sino para un conocido de la DEA que había sugerido mi nombre para la lista de invitados en primer lugar. Me puse de nuevo en contacto con él y le comenté que podría haber unas pocas personas en el mundo del orden público que vieran PIHKAL, no como la abundancia de información objetiva que era (con lo cual sería de gran valor para ellos), sino como una obra que fomentaba el uso de drogas psiquedélicas (con lo que será una ofensa para ellos). En este último caso, podrían surgir algunas preguntas, como: «¿Quién lo invitó aquí?», y esto podría poner en apuros a quien me había invitado. Le envié una copia del libro y le expliqué que, en lo que a mí se refería, todavía no se había cursado una invitación oficial.

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Al parecer, se realizaron ciertas indagaciones discretas, y recibí una llamada de mi contacto original hablando de forma amable y diplomática, para anunciarme que mi invitación se había cancelado. Según parece, la invitación original nunca se llegó a enviar.

«¿Ha sido por culpa de PIHKAL?», pregunté.

«En realidad, no. Nadie pareció preocuparse, ni siquiera consultar ese libro».

«¿A qué se debe entonces que yo no pueda asistir a San Francisco?», le pregunté, de la forma más informal y suave que pude.

«A la mayoría de las unidades les parecía bien; de hecho, hubo una sensación general de que podrías hacer una contribución beneficiosa a la reunión. Pero una división estaba algo incómoda».

«¿Incómoda?».

«Bueno», continuó, «tenían miedo de que entablaras con Bonner un debate público que pudiera resultar embarazoso».

¡En serio! Traté de imaginarme a mí mismo, un vejestorio canoso de estilo académico, acercándome a uno de los representantes de las fuerzas del orden más poderosos del país, sólo superado en rango por el jefe del FBI o el Fiscal General, e iniciando una batalla verbal que resultara embarazosa. ¿Para quién?, me pregunté. En algún lugar, pensé, ¡alguien tiene una opinión muy equivocada de alguna persona! ¿Era el mandamás de los jefes el que podía quedar en ridículo en un debate conmigo? Eso no dice nada bueno de la visión que tienen de él. ¿Tenían miedo de que yo quedara en ridículo? ¿Por qué debería importarles cómo me sintiera? (…)

No participé, por supuesto, pero me informé bastante, tanto de forma oficial como extraoficialmente, sobre lo que sucedió después. Resultó que la suerte me había sonreído al quedarme en casa. Habría sido más que simplemente embarazoso. De haber estado allí, o habría expresado mi opinión, e indudablemente habría sido más que perturbadora, o habría permanecido callado, quedándome completamente avergonzado de mí mismo.

Parece ser que ese día se había declarado una especie de guerra santa, una yihad, en contra de la LSD. Esta sustancia fue descrita como el mal absoluto que tenía que ser eliminado a toda costa. La Iglesia católica, hace siglos, declaró a las brujas como su enemigo, y la muerte en la rueda era un destino demasiado amable para ellas. El tribunal musulmán decidió en cierto momento que el infiel diablo cristiano era la encarnación del mal y que debía ser destripado. Los poderes policiales ese día habían declarado a la LSD como un arma con un potencial increíblemente destructivo que tenía que ser erradicado de la faz de la Tierra.

No sé exactamente qué textos específicos se presentaron, pero déjenme tratar de ofrecer una idea de este alboroto. Gran parte de la virulencia estaba dirigida contra las personas asociadas con la droga. Son los criminales los que la fabrican. Según las autoridades, se concentran aquí, en el Área de la Bahía de San Francisco, que es de hecho la cabeza de este monstruo cuyos tentáculos se extienden por todo el mundo. Existen «terapeutas sociópatas» que se escabullen en los bosques todas las semanas para tener acceso a sus suministros ocultos de su precursor, el tartrato de ergotamina. Allí cocinan lo que necesitan para distribuirlo entre otros terapeutas, para usar en sus pacientes, y para suministrar a terceros, como por ejemplo niños. Estos desacertados terapeutas continúan defendiendo el mito de que la LSD tiene algún potencial terapéutico. Y eso constituye, por supuesto, una justificación de su vergonzosa adicción a la droga.

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Pero parte de la ira estaba dirigida contra la droga en sí. Una de las propiedades más escandalosas era su capacidad de permanecer escondida durante años y años en el interior del cuerpo humano, sólo para resurgir mucho tiempo después y producir un flashback. Los mecanismos que se ofrecieron para explicar este hecho eran tan extraños que resultarían hasta graciosos, con sólo que se hubieran descrito para el guion de una comedia. Por desgracia, estos argumentos fueron presentados y aceptados con total seriedad. Los asistentes tuvieron que oír que incluso una única exposición a la LSD podría hacer que algunas moléculas persistentes se ocultaran en el lóbulo frontal del cerebro, donde podrían permanecer escondidas durante un periodo de hasta veinte años. Entonces, podrían reaparecer de repente, provocando lo que se ha denominado, clínicamente hablando, un flashback de LSD, lo cual, a su vez, puede causar que la víctima se vuelva psicótica. Los ejemplos eran evidentes aquí en San Francisco, según aseguraban estos defensores de la teoría del flashback. A finales de los sesenta tuvo lugar el Verano del Amor, con un consumo prodigioso de drogas psiquedélicas, especialmente LSD. ¡Y mirad cómo están las calles de la ciudad hoy en día! ¡Los sin techo, los psicóticos, los desposeídos! La explicación que se suponía que era la causa consistía en que habían tomado LSD, y que las moléculas escondidas habían llegado finalmente a los lóbulos frontales, lo cual había generado esta moderna tragedia.

Lo cierto es que, una vez que la LSD se introduce en el organismo, produce sus efectos, tras lo cual la sustancia y sus metabolitos son eliminados del cuerpo rápidamente. El periodo de semivida de eliminación en sangre es de menos de tres horas, así que por mucha cantidad que pudiera haber inicialmente, sólo habría la mitad de esa cantidad tres horas más tarde. Incluso si la maquinaria metabólica del cuerpo lo ignorara, la dosis sería excretada en más del 99% en un día. Con una dosis monstruosa consumida un lunes, no habría siquiera un uno por ciento de la misma el martes, y no hay herramienta analítica conocida que pueda detectarla el miércoles. Si cualquier molécula de un fármaco, o incluso si un billón de moléculas de un fármaco pudieran provocar un estado psicótico, se trataría de un fármaco de una potencia sin precedentes. Esto es pura fantasía. Nunca se ha observado algo así. Sólo existe en la lúcida mente de los agentes de las fuerzas del orden y en las publicaciones de los que se ganan la vida fomentando el miedo a las drogas (…)

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No obstante, los flashbacks son reales. Todo el mundo los ha experimentado. No tienen una relación única con la LSD. No tienen nada que ver con la psicosis.

Tuve uno hace poco, el fin de semana de los conciertos de primavera, en el lugar de retiro del club Owl. La última selección musical que estábamos tocando era un popurrí de canciones de Duke Ellington. La sesión había sido convocada por un querido músico amigo mío de Los Ángeles, y llevaba por título algo así como: «Para Duke, con amor». Mientras tocaba mi viola, de repente recordé un concierto al que había asistido, en el invierno de 1941 o 1942, en el centro de Boston. Fue un concierto con la música de Duke Ellington interpretada por el propio Duke y su banda, y fue, al menos para mí, muy impresionante. No recuerdo si fue el concierto en sí, o tal vez el primer tema del repertorio, titulado «Black, Brown and Beige». Había estado nevando ligeramente durante mi larga caminata desde el Wigglesworth Hall (en Cambridge, Harvard, donde no había en ese momento nada de negro, marrón o beige) hasta el Symphony Hall, y ni me había planteado quitar la nieve de mi pelo. Mientras estaba sentado entre la abarrotada audiencia y el espectáculo daba comienzo, la nieve comenzó a derretirse, y el agua comenzó a gotear por mi cuello. Recuerdo la intensa vergüenza que sentí debido al hecho de que no me atrevía a sacudir la cabeza (habría mojado a toda la gente a mi alrededor) y no podía parar de ninguna manera el proceso de derretimiento. Estaba atascado, y destinado a sufrir el concierto con una camisa mojada (…)

En realidad, no es necesario que la situación recordada y que es responsable del flashback tenga que ser dramática por fuerza (…) Un olor, una palabra o un sonido que resulten familiares tienen la capacidad de catalizar una cascada de recuerdos, los cuales pueden ser suficientemente intensos como para, en efecto, permitir que se reviva algún evento pasado. Y, sin lugar a dudas, una experiencia intensa con LSD podría centrar pronunciadamente la atención en algún estímulo sensorial. En cualquier momento posterior, una re-experimentación de ese estímulo podría traer de vuelta el recuerdo de la vivencia con LSD.

El evento en cuestión podría ser objetivamente trivial, pero importante para algunos. Échenle la culpa del fenómeno al cerebro y al maravilloso funcionamiento de la mente, pero desde luego no culpen a la LSD. Y, por lo que más quieran, no pierdan el tiempo buscando alguna molécula perdida en los lóbulos frontales del cerebro. Simplemente ya no se encontrará allí.

Referencias

Evidentemente, las únicas referencias son la de la obra original, TIHKAL, y la de la traducción de ella y de PIHKAL que estamos realizando, que estará disponible lo antes posible:

TIHKAL – En inglés (http://www.shulginresearch.org/home/publications/tihkal/)

TIHKAL – Información sobre la próxima versión en español: http://www.shulgin.es y http://www.facebook.com/librosdeshulgin.

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