En este artículo continuamos abordando las estipulaciones que afectarían a la ciencia y a la investigación sobre drogas así como el trato social que, a nuestro juicio, las sustancias psicoactivas deberían recibir. Con ello ponemos fin a la serie Hedonismo Sostenible.
La investigación, en vez de poner sus miras tan sólo en los aspectos perjudiciales de las drogas y en lugar de tratar de hallar la fórmula para suprimir los apetitos drogófilos de los Homo sapiens sapiens, haría bien en dirigir sus esfuerzos hacia la búsqueda de sustancias y métodos e instrumental de consumo más seguros y menos problemáticos. Se trataría, en última instancia, y como han señalado y propuesto infinidad de reputados autores (Huxley, Ott, Siegel, etc.), de redirigir la investigación hacia el hallazgo de drogas menos tóxicas, con menor potencial para crear hábito y dependencia, con mayores márgenes de seguridad entre las dosis activas y las letales; así como hacia la búsqueda de sistemas y materiales para la administración de las sustancias que fuesen menos agresivos, menos invasivos y que conllevasen menos riesgos para la salud. Esto, unido a la investigación de los factores contextuales que favorecen o previenen la aparición de problemas asociados al consumo daría resultados infinitamente más satisfactorios que los actuales intentos de lograr un mundo sin drogas. A fin de cuentas, si hay algo que distingue y caracteriza a los Homo sapiens sapiens, más que su apego a las abstinencias y a las prohibiciones, es su capacidad para manejar el entorno y su destreza para operar sobre los elementos para satisfacer sus necesidades de la forma más provechosa, cómoda y segura posible. De tal manera que, de esta hedonología farmacológica, como la viene a llamar Jonathan Ott, a buen seguro que cabría esperar resultados mucho mejores que de las actuales políticas e investigaciones basadas en la drogofobia farmacológica, puesto que, en última instancia, un mundo con drogas más seguras es perfectamente posible, mientras que un mundo sin drogas y sin consumidores de drogas ya sabemos todos que es técnicamente imposible.
Racionalizando el trato social
La regulación legal del comercio de sustancias psicoactivas y la constatación, a través de los estudios epidemiológicos y de la investigación, de que la inmensa mayoría de los usuarios llevan vidas tan honestas y normalizadas como la de cualquier hijo de vecino, favorecería el fenómeno de la “salida del armario” y, con ello, una visión del consumo más normalizada, libre de los prejuicios y estigmatizaciones que son el principal caldo de cultivo para los procesos de exclusión y marginación social que actualmente sobrevuelan amenazadoramente a cualquier consumidor de drogas y especialmente a aquellos que provienen de entornos desfavorecidos o que se encuentran en situaciones más problemáticas. La demostración de que, a diferencia de los concejales de urbanismo, la mayor parte de los consumidores de psicoactivos son personas tan anormales como el típico ciudadano medio, es decir, personas que estudian, trabajan y quieren a sus hijos y a sus padres, que ni matan ni roban ni se enriquecen hasta límites obscenos a expensas del bien común; la confirmación de este hecho, decíamos, contribuirá a que los prejuicios drogofóbicos se revelen cada vez más como lo que son, es decir, puros y duros prejuicios, y, en consecuencia, a que sean tratados como tales y condenados y censurados socialmente como, a día de hoy, lo van siendo, también cada vez más, los prejuicios racistas, xenófobos y homófobos.
La legalidad de las drogas y la integración social de los consumidores permitiría la agrupación de los mismos en Clubs de Usuarios, Asociaciones y Federaciones, al estilo de los clubs y las federaciones deportivas, como modo de salvaguardar sus derechos e intereses de conformidad con el cumplimiento de sus obligaciones, lo cual, de nuevo, redundaría en beneficio de toda la sociedad. Este tipo de agrupaciones, por lo demás, podrían ejercer una función fundamental a la hora de fomentar el control informal sobre el consumo y sobre los usuarios, promoviendo actitudes de respeto a los demás, de autocontrol, de condena del tráfico ilegal, especialmente del dirigido a los menores de edad, e, incluso, ejerciendo un rol activo a la hora de denunciar formalmente las infracciones graves de la ley.
Por último, la regulación legal de estos productos y su integración en el sistema de salud, permitiría que la lucha contra la exclusión y la marginación social fuese infinitamente más efectiva, en tanto en cuanto, los usuarios más problemáticos, aquellos que están absolutamente desahuciados y que viven entregados por completo a sus consumos, en lugar de ser abandonados y “enviados al exilio” en ghettos marginales como “las Barranquillas” o “Valdemingomez”, podrían ser atendidos dignamente por el propio sistema nacional (o autonómico) de salud que, al igual que se hiciera aquí en la época del franquismo (en la que existía el carnet de sobredosis extra-terapéutica), podría hacerse cargo del suministro gratuito de las drogas que necesitasen estas decenas de miles de usuarios en todo el país así como de ofrecerles la posibilidad de ser acogidos en unas instalaciones bien acondicionadas donde poder consumirlas, dormir, alimentarse y recibir los pertinentes cuidados sanitarios (amen de acceso a formación y a programas de inserción sociolaboral para quien estuviera interesado en ellos), lo cual, en términos económicos, apenas representaría ningún esfuerzo para las arcas públicas (menos aún si se toma en consideración el ahorro derivado del carpetazo a las políticas represivas) y en términos éticos, morales, humanitarios y de beneficio social sería infinitamente más digno y provechoso que la actual existencia de los mencionados ghettos, por mucho que, hoy en día, en ellos se promueva la implementación de medidas y la instalación de servicios que, de una u otra manera, apuntan en la misma línea, tienen los mismos objetivos e incluso un funcionamiento similar que los que acabamos de mencionar.
En fin, podríamos seguir con esto indefinidamente, ampliando la información aportada con mil y un datos y argumentos más, pero, en última instancia, tenemos muy presente aquel dicho hispano que dice que “a buen entendedor pocas palabras bastan”, y consideramos que las palabras que, a estas alturas, componen estos siete artículos, son más que suficientes para que, aquel que quiera entender, lo haya hecho ya hace rato. De modo que, llegados a este punto, nos limitaremos a hacer los últimos comentarios de rigor antes de poner el punto y final, y, acto seguido, lo pondremos.
¡HAGÁMOSLO MEJOR!
APENDICE: ALGUNOS PRONUNCIAMIENTOS ANTIPROHIBICIONISTAS DE PERSONAJES CÉLEBRES Y DE PORTAVOCES O REPRESENTANTES DE DIVERSOS COLECTIVOS Y SECTORES SOCIALES.
DD.AA. (caliginefóbico cyberactivista antiprohibicionista): “La actitud de los científicos chapuceros y de los periodistas metidos a cruzados antidroga afecta a la libertad, la salud y la vida de millones de personas, así que me indignan bastante unos y otros. Podría llamarles «hijos de la gran puta» o «chupapollas» y no faltaría a la verdad, pero prefiero contenerme. ¿Se nota que estoy harto de esta farsa que es la cruzada antidroga?”.
Fernando Grande Marlaska (Juez de la Audiencia Nacional): “Prefiero la permisividad con las drogas, que el prohibicionismo”.
Pedro Solbes (ex ministro de Economía): “Aunque yo no me atrevería decir, con mis conocimientos, si es bueno o no es bueno legalizar o no las drogas. No estoy a priori en contra, si técnicamente los que pueden saber de estos temas pueden confirmar que una legalización no llevará a un aumento del consumo”.
José Antonio Alonso (ex portavoz del Gobierno): “Siempre que la administración pública se ha mostrado tolerante con la venta de droga, se ha beneficiado el toxicómano y la sociedad”.
Felipe González (ex Presidente del Gobierno): “Felipe González aboga por una legalización de las drogas a nivel internacional”.
Esperanza Aguirre (Presidenta de la Comunidad de Madrid): “Creo que hay que plantearse muy en serio lo que ha propuesto Felipe González”, “creo que ese va a ser el único camino que tenemos realmente para afrontar este problema”.
Javier Martínez Lázaro (juez de lo penal nº 4 de Madrid): “Algún día, cuando la despenalización de las drogas sea una realidad, los historiadores mirarán atrás y sentirán el mismo escalofrío que ahora produce la Inquisición”.
Richard Brunstrom (alto mando policial del norte de Gales): “Si las políticas sobre drogas, en el futuro, deben ser pragmáticas y no moralistas, motivadas por la ética y no por el dogmatismo, entonces la actual estrategia prohibicionista tendrá que ser abandonada tanto por inoperante como por inmoral y reemplazada por un sistema unificado, basado en la evidencia (que incluya de manera especial al tabaco y al alcohol) y que se centre en la minimización del daño que sufre la sociedad”.
Mauricio Fernández Garza (candidato a Gobernador del Partido de Acción Nacional de México):“Debido a que el narcotráfico nos está ganando la batalla, creo que vale la pena seguir el ejemplo de Chicago en los años 20, cuando al legalizar el alcohol se acabaron las mafias”.
Ernesto Zedillo, Fernando Henrique Cardosso, César Gaviria (ex – presidentes de México, Brasil y Colombia): la legalización “sustituirá las actuales políticas que están basadas en prejuicios y temores y no en los resultados”.
Manifiesto antiprohibicionista presentado ante la ONU, firmado por 630 intelectuales de todo el mundo, entre ellos 8 premios Nobel y 30 magistrados españoles: “Persistir en las actuales políticas (de represión) se va a traducir solamente en un mayor abuso de las drogas, en un mayor fortalecimiento del narcotráfico y de los criminales que lo controlan, en más enfermedad y sufrimiento”.
Ethan Nadelmann (profesor de ciencias políticas en Princeton): “La legalización de la droga llegará, aunque no sé cuando. Es como haberle preguntado a algún alemán, en pleno 1988, cuándo se iba a derrumbar el Muro de Berlín”.
Milton Friedman (Premio Nobel de Economía): “Estoy a favor de legalizar las drogas. Según mi sistema de valores, si la mayoría de la gente quiere matarse a sí mismos, tienen todo el derecho de hacerlo. La mayoría de los problemas que vienen de las drogas son porque éstas son ilegales”.
Thomas Sasz (Profesor emérito de psiquiatría en el Health Sciencie Center de Syracuse de la State University de New York): “La guerra contra las drogas no es sino un capítulo más de la historia general de la estupidez humana. Así como reclamamos la libertad de pensamiento para elegir nuestras lecturas o la película que deseamos ver, así como tenemos derecho a meter en nuestras mentes lo que queramos, también tenemos derecho a elegir nuestros alimentos y cualquier otra sustancia que queramos meter en nuestros cuerpos”.
Ricardo Bofill (un tío libre): “Soy un tío libre, estoy a favor de la legalización de las drogas y creo que cada uno tiene que hacer lo que quiera con su cuerpo. El mensaje es que el abuso acaba con tu nivel de productividad».