Gran parte de la población mundial toma una u otra forma de estimulantes. Café, té, mate, cacao, guaraná, hoja de coca, efedra, cocaína, anfetaminas… El deseo de estar bien, de sentir una estimulación positiva que permita sobrellevar las actividades cotidianas y los esfuerzos, es prácticamente universal.
Con este artículo comenzamos una serie dedicada a las sustancias que pueden ayudarnos a aumentar nuestro rendimiento y que podemos conseguir de forma legal (farmacias, herbolarios, tiendas de nutrición deportiva, smart shops de Internet…).
Gran parte de la población mundial toma una u otra forma de estimulantes. Café, té, mate, cacao, guaraná, hoja de coca, efedra, cocaína, anfetaminas… El deseo de estar bien, de sentir una estimulación positiva que permita sobrellevar las actividades cotidianas y los esfuerzos, es prácticamente universal. Esa sensación de activación suave, de ligera euforia que permite rendir más en todas nuestras tareas cotidianas —el polo opuesto del estado depresivo— es lo que casi todos deseamos. Llevar una vida más o menos sana, hacer deporte y alimentarse correctamente harán mucho por nuestro nivel de energía. No obstante, aunque cuidemos nuestro cuerpo habrá días especialmente malos en los que no podamos rendir lo necesario. Puede ser el momento de acudir a los estimulantes. Al oír esta palabra, inmediatamente pensamos sin querer en sustancias potentes como las anfetaminas o la cocaína, del mismo modo que al hablar de drogas nos vienen a la mente la prohibición y ciertos grupos marginales. Sin embargo, productos tan ampliamente extendidos y consumidos como el café o el té son también estimulantes, y el nivel de euforia que se consigue con ellos viene dado por la elevación del nivel de neurotransmisores activadores y la excitación de ciertas zonas del cerebro. De este modo, puesto que el mecanismo es en esencia el mismo, dosis más altas de estimulantes suaves producirán el mismo efecto que dosis bajas de productos más fuertes, otro argumento más para no compartir la clasificación oficial de las drogas en sustancias legales e ilegales que hacen nuestros gobiernos y los estamentos a su servicio.
Los estimulantes que podemos elegir son numerosos, unos más potentes que otros. Personalmente, aunque por carácter soy poco amigo de ellos, reconozco que, cuando deseo tomar alguno, de entre todos los existentes tengo preferencia por uno, por sus escasos efectos secundarios posibles, su fácil disponibilidad y su bajo precio. Es cierto que no es tan efectivo como la cocaína o las anfetaminas, pero no conlleva, ni mucho menos, los posibles inconvenientes de éstas. Otra ventaja es que se puede encontrar en farmacias, donde todos los productos pasan un riguroso control que nos permite estar seguros de que realmente estamos tomando lo que dice el envase. Por último, también parece ejercer una acción nootrópica, potenciadora de las facultades cognitivas, por lo que podemos considerarlo una droga inteligente. Me refiero a la sulbutiamina, una sustancia que ya traté en un libro que publiqué hace unos años (1), y de la que voy a ofrecer información más extensa en este artículo. La primera noticia que tuve de ella fue gracias a un libro más bien malo, pero que en mi opinión supuso todo un hito por su carácter pionero, 300 medicamentos para superarse física, sexual e intelectualmente (2). Decía sobre la sulbutiamina: “Medicamento remarcable, es una molécula original de acción rápida sobre la fatiga. Mejora la memoria y la coordinación motrices, estimulando la memoria. Se posee mucha información sobre este producto, que ha sido objeto de experimentos muy serios. Se concentra fuerte y selectivamente en las células nerviosas, activa el metabolismo cerebral, aumenta la euforia y facilita el aprendizaje”. Antonio de Senillosa (3), político y profesor de economía que presentó y prologó el libro, decía: “Vivimos en la época de la información y quien está informado de sí mismo y de lo que sucede alrededor suyo, se conoce mucho mejor que médico alguno. Cuando un amigo galeno me recomienda una aspirina, yo me sonrío y no la tomo aunque me maten, pues me sienta fatal y me provoca ardor de estómago. En cambio, nadie me ha recetado sulbutiamina, un dopante o estimulante muscular y cerebral prodigioso que facilita mi poder de concentración y elimina mi fatiga. Bendito sea”.
Generalidades – ¿Qué es la sulbutiamina?
La sulbutiamina es una sustancia derivada de la tiamina (vitamina B1), pero con efectos más marcados. Actúa sobre los centros cerebrales del despertar, aumenta la resistencia a la fatiga física e intelectual y potencia la memoria. Es neurotropa, igual que la tiamina, ya que interviene en el metabolismo de las neuronas.
Los prospectos de las marcas que comercializan este fármaco lo recomiendan para combatir la astenia, la apatía, los estados depresivos, ciertos trastornos de la memoria y psicosomáticos, y la deficiencia intelectual. En niños, está indicado en casos de inestabilidad, alteraciones de la atención y del comportamiento, y para la psicoastenia. Sus efectos son un mejor estado de ánimo, casi eufórico en algunos casos, pero sin llegar a episodios maníacos u obsesivos. Podríamos comparar su acción con la de un café bien cargado, pero sin sus efectos secundarios (nerviosismo, ansiedad), y con la duración de un día completo.
Como ocurre con todos los productos de este tipo, la administración ha de ser continuada, durante un largo periodo de tiempo, para notar efectos plenos. No se debe tomar después del mediodía porque podría dificultar el sueño.
Los detalles – Historia y características de la sulbutiamina
La sulbutiamina fue descubierta cuando se intentaba conseguir derivados de la tiamina (vitamina B1) más útiles que ésta, al suponer que un incremento en su grado de lipofilia (afinidad por las grasas) daría como resultado unas mejores propiedades farmacocinéticas. La tiamina es hidrosoluble, como todas las vitaminas del complejo B y la vitamina C; por ello no se acumula en los tejidos grasos y el cuerpo la excreta muy rápidamente. Puesto que la sulbutiamina —a pesar de conservar las propiedades de la tiamina— es lipofílica, resulta más útil que esta última.
Hasta bien entrado el siglo XX, en los países asiáticos en los que el arroz era uno de los pocos alimentos que comían sus habitantes, el beriberi era una enfermedad deficitaria de gran prevalencia. Al no ingerir alimentos con vitamina B1, y quitar además la cáscara al arroz, sufrían deficiencias de esta vitamina. El oficial médico japonés Takaki Kanehiro fue quien descubrió la relación entre la dieta y esta enfermedad mediante ensayos que realizó en marinos en los años 1883 y 1884. Diez años más tarde, Christiaan Eijkman, fisiólogo holandés, confirmó el origen dietético de la enfermedad e identificó la tiamina, por lo que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1929.
En Japón, el asunto fue considerado tan importante que se formó un comité de investigación para esta vitamina, con el objetivo de investigar sus características y obtener derivados más potentes. El primer derivado lipofílico que se descubrió fue la alitiamina, en 1951. Después se sintetizaron otros derivados con mejores propiedades farmacocinéticas, uno de los cuales fue la sulbutiamina. No se sabe muy bien la fecha exacta en que fue descubierta, pero la primera referencia conocida es de 1973. Para resumir su utilidad, baste con decir que supera con mucho la mala biodisponibilidad oral de la tiamina gracias a su alto grado de lipofilia, como ya hemos comentadoGran parte de la población mundial toma una u otra forma de estimulantes. Café, té, mate, cacao, guaraná, hoja de coca, efedra, cocaína, anfetaminas… El deseo de estar bien, de sentir una estimulación positiva que permita sobrellevar las actividades cotidianas y los esfuerzos, es prácticamente universal.
Esa sensación de activación suave, de ligera euforia que permite rendir más en todas nuestras tareas cotidianas —el polo opuesto del estado depresivo— es lo que casi todos deseamos. Llevar una vida más o menos sana, hacer deporte y alimentarse correctamente harán mucho por nuestro nivel de energía.
No obstante, aunque cuidemos nuestro cuerpo habrá días especialmente malos en los que no podamos rendir lo necesario. Puede ser el momento de acudir a los estimulantes. Al oír esta palabra, inmediatamente pensamos sin querer en sustancias potentes como las anfetaminas o la cocaína, del mismo modo que al hablar de drogas nos vienen a la mente la prohibición y ciertos grupos marginales. Sin embargo, productos tan ampliamente extendidos y consumidos como el café o el té son también estimulantes, y el nivel de euforia que se consigue con ellos viene dado por la elevación del nivel de neurotransmisores activadores y la excitación de ciertas zonas del cerebro. De este modo, puesto que el mecanismo es en esencia el mismo, dosis más altas de estimulantes suaves producirán el mismo efecto que dosis bajas de productos más fuertes, otro argumento más para no compartir la clasificación oficial de las drogas en sustancias legales e ilegales que hacen nuestros gobiernos y los estamentos a su servicio.
Los estimulantes que podemos elegir son numerosos, unos más potentes que otros. Personalmente, aunque por carácter soy poco amigo de ellos, reconozco que, cuando deseo tomar alguno, de entre todos los existentes tengo preferencia por uno, por sus escasos efectos secundarios posibles, su fácil disponibilidad y su bajo precio. Es cierto que no es tan efectivo como la cocaína o las anfetaminas, pero no conlleva, ni mucho menos, los posibles inconvenientes de éstas. Otra ventaja es que se puede encontrar en farmacias, donde todos los productos pasan un riguroso control que nos permite estar seguros de que realmente estamos tomando lo que dice el envase. Por último, también parece ejercer una acción nootrópica, potenciadora de las facultades cognitivas, por lo que podemos considerarlo una droga inteligente.
Me refiero a la sulbutiamina, una sustancia que ya traté en un libro que publiqué hace unos años, y de la que voy a ofrecer información más extensa en este artículo. La primera noticia que tuve de ella fue gracias a un libro más bien malo, pero que en mi opinión supuso todo un hito por su carácter pionero, 300 medicamentos para superarse física, sexual e intelectualmente. Decía sobre la sulbutiamina: “Medicamento remarcable, es una molécula original de acción rápida sobre la fatiga. Mejora la memoria y la coordinación motrices, estimulando la memoria. Se posee mucha información sobre este producto, que ha sido objeto de experimentos muy serios. Se concentra fuerte y selectivamente en las células nerviosas, activa el metabolismo cerebral, aumenta la euforia y facilita el aprendizaje”. Antonio de Senillosa, político y profesor de economía que presentó y prologó el libro, decía: “Vivimos en la época de la información y quien está informado de sí mismo y de lo que sucede alrededor suyo, se conoce mucho mejor que médico alguno. Cuando un amigo galeno me recomienda una aspirina, yo me sonrío y no la tomo aunque me maten, pues me sienta fatal y me provoca ardor de estómago. En cambio, nadie me ha recetado sulbutiamina, un dopante o estimulante muscular y cerebral prodigioso que facilita mi poder de concentración y elimina mi fatiga. Bendito sea”.
La sulbutiamina es una sustancia derivada de la tiamina (vitamina B1), pero con efectos más marcados. Actúa sobre los centros cerebrales del despertar, aumenta la resistencia a la fatiga física e intelectual y potencia la memoria. Es neurotropa, igual que la tiamina, ya que interviene en el metabolismo de las neuronas.Los prospectos de las marcas que comercializan este fármaco lo recomiendan para combatir la astenia, la apatía, los estados depresivos, ciertos trastornos de la memoria y psicosomáticos, y la deficiencia intelectual. En niños, está indicado en casos de inestabilidad, alteraciones de la atención y del comportamiento, y para la psicoastenia. Sus efectos son un mejor estado de ánimo, casi eufórico en algunos casos, pero sin llegar a episodios maníacos u obsesivos. Podríamos comparar su acción con la de un café bien cargado, pero sin sus efectos secundarios (nerviosismo, ansiedad), y con la duración de un día completo.Como ocurre con todos los productos de este tipo, la administración ha de ser continuada, durante un largo periodo de tiempo, para notar efectos plenos. No se debe tomar después del mediodía porque podría dificultar el sueño.
Los detalles – Historia y características de la sulbutiamina
La sulbutiamina fue descubierta cuando se intentaba conseguir derivados de la tiamina (vitamina B1) más útiles que ésta, al suponer que un incremento en su grado de lipofilia (afinidad por las grasas) daría como resultado unas mejores propiedades farmacocinéticas. La tiamina es hidrosoluble, como todas las vitaminas del complejo B y la vitamina C; por ello no se acumula en los tejidos grasos y el cuerpo la excreta muy rápidamente. Puesto que la sulbutiamina —a pesar de conservar las propiedades de la tiamina— es lipofílica, resulta más útil que esta última.
Hasta bien entrado el siglo XX, en los países asiáticos en los que el arroz era uno de los pocos alimentos que comían sus habitantes, el beriberi era una enfermedad deficitaria de gran prevalencia. Al no ingerir alimentos con vitamina B1, y quitar además la cáscara al arroz, sufrían deficiencias de esta vitamina. El oficial médico japonés Takaki Kanehiro fue quien descubrió la relación entre la dieta y esta enfermedad mediante ensayos que realizó en marinos en los años 1883 y 1884. Diez años más tarde, Christiaan Eijkman, fisiólogo holandés, confirmó el origen dietético de la enfermedad e identificó la tiamina, por lo que recibió el Premio Nobel de Medicina en 1929.En Japón, el asunto fue considerado tan importante que se formó un comité de investigación para esta vitamina, con el objetivo de investigar sus características y obtener derivados más potentes. El primer derivado lipofílico que se descubrió fue la alitiamina, en 1951. Después se sintetizaron otros derivados con mejores propiedades farmacocinéticas, uno de los cuales fue la sulbutiamina. No se sabe muy bien la fecha exacta en que fue descubierta, pero la primera referencia conocida es de 1973. Para resumir su utilidad, baste con decir que supera con mucho la mala biodisponibilidad oral de la tiamina gracias a su alto grado de lipofilia, como ya hemos comentado.