Continuamos el artículo que comenzamos en la entrega anterior. El buen doctor narra ahora los hechos relacionados con el descubrimiento de la LSD: su primer viaje accidental, cuando absorbió involuntariamente una cantidad indeterminada de la droga, y el primer viaje voluntario, en el transcurso del cual regresó a casa montado en bicicleta. El día en que sucedió esto, 19 de abril de 1943, es desde entonces para los drogófilos el «Bicycle Day».
Albert Hofmann fue un hombre poco común, no sólo por sus aportaciones a la química, la farmacología y la enteogenia, sino también por su carácter: una combinación equilibrada de científico, humanista y persona preocupada por cuestiones espirituales. Esa tendencia suya a la espiritualidad se le manifestó desde muy niño y quedó reflejada en sus escritos autobiográficos. En el texto que ofrecemos a continuación1 narra sus dos primeros contactos con la LSD: el involuntario y el intencionado. En relación con el primero, cuenta que se originó por haber absorbido cierta cantidad de esta sustancia sin darse cuenta, por descuido. Sin embargo, David Nichols, profesor de química medicinal y farmacología molecular de la Universidad de Purdue, afirma que Hofmann no absorbió LSD, sino que tuvo una experiencia mística espontánea y la achacó al contacto con la droga porque era la hipótesis más plausible2. Nichols se basa en las propias palabras de Hofmann: «Después de unas dos horas, este estado desapareció». Un viaje con este enteógeno no puede durar dos horas, como bien sabemos. Otro argumento en contra de la ingestión accidental es que Hofmann era muy cuidadoso en su trabajo, algo que solía decir con frecuencia. El mismo Nichols ha sintetizado LSD en numerosas ocasiones mediante procedimientos menos meticulosos, e incluso un colaborador suyo llegó a untarse en la piel LSD disuelta en dimetil sulfóxido, un disolvente que permite que muchos tipos de sustancias se absorban a través de la piel. Sin embargo, en ninguna de estas ocasiones aparecieron los efectos propios de la droga. Según Nichols, Hofmann tenía cierta predisposición a los estados alterados de consciencia, y eso fue lo que ocurrió aquel feliz día de abril de 1943. Parece que en cierta ocasión le expuso su hipótesis, a lo cual nuestro celebre químico contestó «Es completamente posible». En cuanto al segundo viaje, todo drogófilo que se precie debe conocer el primer trip report de la historia, realizado con 250 microgramos de ácido puro, una dosis respetable.
HOFMANN EXPERIMENTA LOS DOS PRIMEROS VIAJES DE ÁCIDO DE LA HISTORIA
El descubrimiento de los efectos psíquicos de la LSD
A pesar de todos los trabajos tan fructíferos que se desarrollaron a partir de la ergotoxina, no me olvidé de la sustancia LSD-25. Un presentimiento que parecía decirme que esta sustancia poseía propiedades diferentes a las observadas en la primera investigación me llevó, cinco años después de su primera síntesis, a producirla de nuevo para que el departamento farmacológico pudiera realizar más pruebas. Ciertamente, esta actitud era poco común, ya que las sustancias en fase de experimentación se desechaban en cuanto demostraban ser poco interesantes, farmacológicamente hablando. En la primavera de 1943 repetí la síntesis de LSD-25, lo cual implicó, como en la primera ocasión, la obtención de sólo algunos centigramos. En la fase final, durante la purificación y cristalización de la dietilamida del ácido lisérgico en forma de tartrato (sal del ácido tartárico) fui interrumpido durante el trabajo por unas sensaciones desconocidas. Describo el incidente de acuerdo con el reportaje que envié al profesor Stoll: «Viernes, 16 de abril de 1943. A mediodía tuve que dejar de trabajar en el laboratorio y dirigirme a casa porque sentí una gran agitación, acompañada de un ligero mareo. En casa me tumbé y me sumergí en un estado similar a una intoxicación que no resultaba del todo desagradable, y que se caracterizaba por vívidas ensoñaciones. Con los ojos cerrados (la luz del sol me molestaba), pasaba por mi mente un torrente de fantásticas imágenes de extraordinaria plasticidad, con un intenso juego de colores caleidoscópicos. Después de unas dos horas, este estado desapareció». La naturaleza y transcurso de esta experiencia me hizo sospechar que se debió a la influencia de algún agente tóxico externo y la relacioné con la sustancia en la que estaba trabajando, el tartrato de dietilamida del ácido lisérgico. No me podía explicar cómo la había absorbido, puesto que mi labor solía ser pulcra y meticulosa. Era posible que una pequeña cantidad de la disolución hubiese tocado las yemas de mis dedos durante la cristalización y mi piel hubiese absorbido una dosis infinitesimal. Si la LSD-25 había sido la causa del incidente, entonces debía ser una sustancia de una potencia extraordinaria. Con el objeto de llegar al fondo de la cuestión, decidí realizar un auto-experimento. Para ser precavido, comencé la serie de pruebas con la menor cantidad de la que podía esperar efectos, teniendo en cuenta la actividad de los alcaloides del ergot conocidos en aquella época, es decir, 0,25 miligramos (un cuarto de milésima de gramo = 250 microgramos) de tartrato de dietilamida del ácido lisérgico.
Auto-experimentos
A continuación ofrezco las notas del experimento registradas en mi cuaderno de laboratorio el 19 de abril de 1943: «19/IV/1943, 16.20 h: 0,5 c.c. de solución acuosa de tartrato de dietilamida por vía oral = 0,25 mg de tartrato. Disuelta en unos 10 cc de agua. No tiene sabor. 17.00 h: Comienzan los efectos. Ligero mareo, sensación de ansiedad, alucinaciones visuales, síntomas de parálisis, deseo de reír». (Añadido el 21/IV/1943: «Decido volver a casa en bicicleta. Los efectos más marcados tienen lugar de 18.00 a 20.00 h»).
Aquí finalizan las notas de mi cuaderno de laboratorio. Las últimas palabras pude escribirlas sólo con gran esfuerzo. Era ahora evidente para mí que la LSD había sido la causa de la experiencia del viernes anterior, ya que las percepciones alteradas eran del mismo tipo, sólo que mucho más intensas. Hablaba con dificultad. Le pedí a mi asistente, quien estaba informado del auto-experimento, que me acompañara a casa. Al volver en bicicleta (en tiempos de guerra sólo había coches para unos pocos privilegiados) mi estado comenzó a ser peligroso. Todo lo que había en mi campo de visión se movía y se distorsionaba como si se reflejara en un espejo curvo. También tuve la sensación de ser incapaz de moverme. Sin embargo, mi asistente me dijo después que habíamos viajado a buena velocidad. Finalmente llegamos a casa sin problemas y sólo fui capaz de decir a mi acompañante que llamara al médico y que pidiera leche a los vecinos. A pesar de mi estado delirante y alterado, podía pensar con claridad durante breves períodos; por ejemplo, pensé en la leche como antídoto no específico para las intoxicaciones.
La sensación de mareo era a veces tan fuerte que no podía mantenerme erguido y debía tumbarme en el sofá. Todo lo que me rodeaba se transformaba de modo aterrador. Todo me daba vueltas y los muebles tomaban formas grotescas y amenazantes. Estaban en continuo movimiento, animados, como si estuvieran impregnados de una inquietud incesante. Tuve dificultades para reconocer a la vecina que me trajo la leche (en el transcurso de la tarde bebí más de dos litros). Ya no era la señora R., sino una bruja malévola con una máscara de colores. Peor que estas demoníacas transformaciones del mundo exterior eran las alteraciones que percibí en mí mismo, en mi interior. Todo esfuerzo para poner fin a la desintegración del mundo exterior y a la disolución de mi ego parecía ser en vano. Un demonio había entrado en mí y había tomado posesión de mi cuerpo, mi mente y mi alma. Salté y grité para liberarme de él, pero me derrumbé en el sofá, sin fuerzas. La sustancia con la que deseaba experimentar me había vencido. Era el mismo demonio quien, desdeñosamente, había triunfado sobre mi voluntad. Me invadió el temor de estarme volviendo loco. Estaba siendo transportado a otro mundo, otro lugar, otra época. Mi cuerpo me parecía sin sensaciones propias, sin vida, extraño para mí. ¿Me estaba muriendo? ¿Era esto la fase de transición hacia la muerte? A veces creía estar fuera de mi cuerpo y percibía con claridad, como un observador externo, la tragedia total de mi situación. No me había despedido de mi familia (mi esposa había salido de viaje para ver a sus padres en Lucerna, con nuestros tres hijos). ¿Llegarían a entender alguna vez que yo no había experimentado de forma irresponsable, sino con la mayor de las precauciones, y que este resultado no era predecible de ningún modo? Se intensificaron mi miedo y mi desesperación, no sólo porque una joven familia perdería a su padre prematuramente, sino también porque pensaba que había quedado inacabado mi trabajo como investigador químico -que significaba mucho para mí- en medio de una investigación muy prometedora. Asimismo, surgía la reflexión, llena de ácida ironía, de que iba a dejar este mundo antes de tiempo por el efecto de la dietilamida del ácido lisérgico, que yo mismo había descubierto.
Cuando el médico llegó, ya había pasado la fase más aguda de la crisis. Mi asistente le informó del experimento porque yo no podía formular una frase coherente. Agitó su cabeza con incredulidad después de haberle referido mi estado supuestamente cercano a la muerte, ya que no pudo hallar ningún síntoma anormal excepto las pupilas extremadamente dilatadas. El pulso, la presión arterial y la respiración eran normales. Por tanto, no me recetó nada. Me llevó a mi dormitorio y me observó mientras yo seguía tumbado en la cama. Lentamente, regresé de un mundo extraño a la realidad cotidiana. El miedo aminoró y dejó paso a un sentimiento de felicidad y gratitud; volvieron las percepciones y los pensamientos normales, y tuve la seguridad de que el peligro de volverme loco había pasado.
En ese momento comencé a disfrutar de los colores y las formas que veía con los ojos cerrados. Surgían fantásticas imágenes caleidoscópicas, muy variadas, abriéndose y cerrándose en círculos y espirales, explotando en forma de fuentes llenas de colores, recomponiéndose y mezclándose, todo en un flujo constante. Era especialmente curioso sentir cómo todas las percepciones acústicas, como por ejemplo el ruido del picaporte de una puerta o de un coche que pasaba cerca, se transformaban en percepciones ópticas. Todos los sonidos generaban una imagen cambiante, con su forma y color propios.
Más tarde, mi mujer volvió de su visita a Lucerna. Alguien le dijo por teléfono que yo había tenido una misteriosa crisis. Había dejado a los niños con los abuelos y vuelto a casa. Yo ya me había recuperado lo suficiente para contarle lo sucedido. Agotado, me dormí y desperté la mañana del día siguiente con la cabeza despejada, aunque algo cansado físicamente. Tenía una sensación de bienestar y de energías renovadas. El desayuno me supo delicioso y fue un extraordinario placer. Cuando salí al jardín, donde lucía el sol después de haber llovido, todo brillaba con una nueva luz. Parecía como si el mundo hubiese sido creado hacía poco tiempo. Todos mis sentidos vibraban en un estado de extrema sensibilidad que se prolongó todo el día.
Este auto-experimento demostró que la LSD-25 se comportaba como una sustancia psicoactiva con propiedades y potencia extraordinarias. Por lo que yo sabía, no existía otra sustancia que generara unos efectos psíquicos tan profundos con dosis tan bajas, ni que originara esos dramáticos cambios en la conciencia y la experiencia del mundo interior y exterior. Yo pensaba que la LSD, una sustancia activa con este tipo de propiedades, tendría que utilizarse en farmacología, en neurología, y especialmente en psiquiatría; y que despertaría el interés de los especialistas. En ese momento no podía imaginar que esta nueva droga se utilizaría en ámbitos distintos de la medicina, es decir, como intoxicante. Como en mi primera experiencia había experimentado la LSD en su aspecto terrorífico y demoníaco, lo último que podía pensar es que esta sustancia llegaría a ser una droga de uso lúdico, por llamarlo de algún modo. Asimismo, me di cuenta de la conexión significativa entre el estado inducido por la LSD y la experiencia visionaria espontánea sólo tras posteriores experimentos, los cuales realicé con dosis mucho más bajas y en condiciones distintas.
Al día siguiente escribí para el profesor Stoll el informe sobre mi extraordinaria experiencia con la LSD, y envié una copia al director del departamento farmacológico, el profesor Rothlin. Como ya esperaba, generó asombro e incredulidad. Recibí una llamada del profesor Stoll, quien preguntó: «¿Está usted seguro de que no cometió ningún error en el pesaje? ¿Es correcta la dosis que dice haber tomado?» El profesor Rothlin también llamó y me hizo las mismas preguntas. Yo estaba totalmente seguro porque había medido la dosis con mis propias manos. Las dudas estaban justificadas hasta cierto punto, ya que en aquella época no se conocía ninguna sustancia que mostrara el más ligero efecto psíquico con cantidades de fracciones de miligramo. Una sustancia activa de esa potencia parecía algo increíble.
El profesor Rothlin y dos de sus colegas fueron los primeros en repetir mi auto-experimento, con sólo una tercera parte de la dosis empleada por mí. Pero incluso así los efectos fueron impresionantes y fantásticos. De esta forma se disiparon todas las dudas sobre mi informe.
Entregas anteriores sobre Albert Hofmann:
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=459&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=452&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=458&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=448&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=460&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=461&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=462&Itemid=44
http://www.cannabismagazine.es/digital/index.php?option=com_content&task=view&id=463&Itemid=44
Referencias:
1. «How LSD originated», Journal of Psychedelic Drugs, Vol.11, 1-2: 53-60, enero-junio 1979. Gracias a Rick Doblin (http://www.maps.org) por autorizarnos a traducirlo. Consultar el número 57 de Spannabis Magazine para más detalles sobre el artículo original en inglés y su relación con su libro LSD – Mein Sorgenkind. A algunos lectores les resultarán familiares estos hechos; para quienes ya los conozcan espero haber aportado una versión española del primer viaje con LSD de mejor calidad que la que suele circular, la cual procede de la traducción al inglés que Jonathan Ott realizó del original en alemán.
2. Nichols, David. «Hypothesis on Albert Hofmann’s Famous 1943 ‘Bicycle Day'» Adapted from a presentation given at Mindstates IV. http://www.erowid.org/general/conferences/conference_mindstates4_nichols.shtml. May 24 2002.